Me imagino que esta semana fue pesada para el joven Anaya.
Creo que la culpa la tiene esa entidad que el creador del psicoanálisis, Sigmund Freud señaló como el “Yo” y que representa el sentido común, el acto racional que se conduce por el principio de la realidad, por medio del cual se puede equilibrar la personalidad.
Al “Yo” del joven Anaya lo culpo por no enseñarle a tiempo que en “política no hay secretos y que más temprano que tarde, todo se sabe”.
El preámbulo viene por el escándalo que pesa sobre el joven Anaya por la compraventa fraudulenta de una nave industrial en su estado.
Vaya tampoco aprendió de su “Yo”, que “Dios no castiga el pecado, castiga el escándalo”.
El joven Anaya ejerció hace poco tiempo a plenitud, el cargo de Secretario Particular del Gobernador de Querétaro. Las malas lenguas dicen que en ese lapso, vivía en casa de gobierno, lo cual no tiene nada de malo, pero sí proyecta una inmensa cercanía con el mandatario estatal.
Ahora bien, las tentaciones están al orden del día cuando se ejerce un cargo público y se debe ostentar una alta dosis de madurez para no caer en ellas. Nunca faltan los ofrecimientos para obtener dinero fácil.
Vaya que la gestión es altamente redituable en el sector público y más para alguien con esa proximidad al que manda y decide.
La compraventa de la nave industrial que tiene en jaque al joven Anaya, es un fraude maquinado para lavar un dinero que aún no puede justificar su procedencia lícita.
En este caso, es grave que un candidato a la presidencia de la república ande metido en esos asuntos, que en realidad, aparte de grave, da pena ajena.
El joven Anaya, tampoco ha aprendido a cabalidad el alto contenido del dicho mexicano: “No hagas cosas buenas, que parezcan malas”.
Pero mientras viene este fin de semana, el joven Anaya debe encontrar la forma de aclarar este tema. La ciudadanía lo merece y sus simpatizantes, más.
“Los que hablan de honestidad y de combate a la corrupción no pueden entregar todavía las cuentas del grupo parlamentario cuando estuvieron al frente de la coordinación”.
Esta afirmación se la espetó Javier Corral a su compañero de partido, el joven Anaya, en la contienda interna para la dirigencia nacional del PAN.
¿Se pudiera aplicar a los 2, cuando dicen que “genio y figura, hasta la sepultura”?
Luego también agregó: “Yo no voy a perder elecciones por andar defendiendo el pellejo de ningún pillo y a mí no me van a escuchar nunca con un lenguaje absolutamente crítico, pidiendo dinero indebido a Miguel Ángel Yunes en Veracruz, ¿esa es la integridad, es la congruencia de la que hablas?, un dirigente partidista que no es capaz cuando habla por teléfono de decir que es lo que está exactamente pidiendo”.
El joven Anaya se defendió al decir que lo de la llamada con el señor Yunes quedó aclarado.
Esa declaración provocó una sonrisa amarga entre la gente seria de la política.
Lo que Corral dijo del joven Anaya, no ayuda, al contrario, proyecta a un político poco serio y que se ha servido de los cargos públicos que ha tenido.
Conste, eso lo afirmó Javier Corral, miembro distinguido del PAN.
Insisto, para bien de las instituciones mexicanas, el asunto del fraude de la nave industrial de Anaya, debe ser transparentado completamente.
Para que no se convierta en la nave del olvido.