CIUDAD VICTORIA, Tamaulipas.- Ni la inseguridad ni la ola migratoria que ha vaciado comunidades enteras, minan el ánimo de los mezcaleros de San Carlos que hoy, más que nunca, se aferran a presumirle al mundo la bebida que producen.
Las últimas décadas no han sido sencillas para esta industria, una de las más antiguas de Tamaulipas.
De las más de 100 destiladoras que se llegaron a abrir en este pequeño municipio, apenas sobreviven una veintena y se cuentan con los dedos de una mano, las que se esmeran en cumplir con el método tradicional de elaboración.
Saben bien que eso es lo que ha colocado al mezcal en el gusto de miles de personas alrededor del mundo, y están más que dispuestos a aprovechar ese “boom”.
“Primero lo que tenemos que tener es un buen producto, y el producto ya está, el mezcal tiene muchos años de que se creó, San Carlos, Tamaulipas tiene una vocación mezcalera; desde 1750 hay registro de que se empezó a hacer mezcal aquí en la región”, narra Manuel Villarreal, el responsable de la comercialización del mezcal “Sierra Chiquita” que ya puede encontrarse en tiendas y restaurantes de Nuevo León, Tamaulipas y otros estados, pero gracias al Internet, bajo pedido puede llegar a cualquier parte del mundo.
¿Puede competir el mezcal tamaulipeco con el oaxaqueño, emblema del auge actual de esta bebida?
Los productores de San Carlos afirman que en la calidad no sólo pueden competir, sino vencer a los mejores mezcales de Oaxaca.
Enumeran particularidades de su mezcal que los hace presumirlo como el mejor del mundo: desde su toque cítrico por la cercanía del maguey silvestre con la región naranjera, hasta el cuidado que ponen en cada detalle del proceso.
Pero en términos de producción, la brecha con las potencias mezcaleras del país todavía es abismal: en el último lustro, Oaxaca ha rebasado los 2 millones 500 mil litros anuales, mientras que en la entidad, apenas se llega a los 200 mil en un buen año.
Las razones son muchas, advierten, pero la principal es que los pequeños productores de Tamaulipas no han encontrado un modelo económico que les permita hacer viable su negocio.
En el pueblo de San Carlos y sus comunidades, todavía es posible comprar garrafas de mezcal a 70 pesos por litro, una cifra irrisoria si se compara con el precio promedio de esta bebida en el mercado nacional, que ronda los 400 pesos, aunque en el segmento premium puedan encontrarse botellas que rebasan los 10 mil pesos.
“Aquí tenemos que entender que el mezcal no tiene porque malbaratarse, no es una bebida barata por el tiempo y el esfuerzo que lleva producirlo”, advierte Arnoldo Morales, el propietario de una de las casas mezcaleras más importantes del municipio.
En ese proceso se encuentran él y un puñado de productores: elevar la calidad de su producto, respetando el proceso tradicional que incluye el cocimiento bajo tierra del corazón del maguey, la fermentación y la destilación.
Además, apegarse a las normas federales para garantizar a sus clientes que consumirán un producto que no pone en riesgo su salud y que cumple con todos los estándares necesarios para ser certificado.
Hace no mucho comprendieron que sin mercadotecnia y procesos profesionales de comercialización, su mezcal no pasaría de un simpático atractivo turístico.
Desde entonces comenzaron a invertir por ejemplo, en la presentación de sus botellas y en estrategias de publicidad a través de redes sociales.
“Vimos que había un muy buen producto que es lo que necesitamos para empezar”, narra Manuel Villarreal. Ahora la presentación de su mezcal “Sierra Chiquita” es un producto en sí mismo: cajas de madera personalizadas que si bien pueden subir el precio final para el consumidor, también los coloca en un segmento comercial más valorado.
“Cambiamos la botella, con algo un poco más moderno, le pusimos madera de la región… mezquite y nogal de San Carlos y de Llera”, explica. La intención es involucrar a los productores de la localidad para crear un círculo virtuoso en el que más personas resulten beneficiadas.
Su materia prima más importante por ejemplo, el agave, lo compran a locales que lo recolectan en diferentes puntos del municipio, donde crece de manera silvestre.
Esa característica también contribuye al particular sabor que quieren mantener en sus bebidas y por el que no se obsesionan con la cantidad, sino con la calidad.
Esperan que en el mediano plazo, eso les brinde el impulso que les falta para codearse con los grandes referentes del país.
Con su mezcal silvestre y tamaulipeco a la mano, tienen confianza en que así será… y la historia está de su lado.
Potencial desaprovechado
Tamaulipas es uno de los nueve estados de la República que pueden producir mezcal y llamarlo así; los otros son Oaxaca, Guerrero, Durango, San Luis Potosí, Zacatecas, Michoacán y Guanajuato.
Y son once municipios los que cuentan con la denominación de origen: San Carlos, Jiménez, Burgos, Cruillas, Méndez, San Nicolás, Tula, Miquihuana, Bustamante, Palmillas, y Jaumave.
Pero en la mayoría de ellos no se produce mezcal desde hace muchos años, por las mismas razones que se desplomó la industria en San Carlos. No es negocio.
El estado tiene instalada una capacidad de producción de más de 300 mil litros anuales de mezcal, entre destiladoras industriales y caseras, pero la mayoría de ellas están abandonadas.