La expresión: “Esta es la elección más difícil para el partido”, la vierten los actores políticos cuando hay elecciones cada 3 o 6 años, según sea el caso.
Esto se expresa en cada contienda dado que los partidos políticos pretenden lo mismo:
Ganar, para ocupar los cargos políticos y administrativos en juego y: No perder, para evitar que les quiten las prerrogativas económicas otorgadas por la autoridad electoral.
Faltando más o menos 50 días para llegar al día de la elección en este 2018, los 3 candidatos asumen que van a ganar.
Así lo expresan en cada entrevista, mitin o encuentro con grupos organizados.
¿Y cuál es la fuente en que se basan para emitir tal juicio?
Por un lado, las encuestas que los mismos partidos mandan a hacer y por otro, por ser una expresión que los candidatos deben hacer para que no caiga la moral de sus simpatizantes.
Aun así, una vez que se reciben los resultados de los estudios demoscópicos, el corolario es simple: quien paga la encuesta, generalmente la gana.
Cuesta trabajo admitirlo, pero a eso hemos llegado.
En su periplo por todo el país y en los medios de comunicación, los 3 candidatos han hecho un gran esfuerzo por convencer a los electores de la viabilidad de sus propuestas, pero es tanto el nerviosismo conforme se acerca la fecha de la elección, que, sin miramiento alguno, utilizan compromisos exorbitantes con tal de ganarse la simpatía de la ciudadanía.
De esta manera, los candidatos se han comprometido a otorgar, ceder o regalar millones de pesos para apoyar a varios segmentos de la población.
El compromiso es bueno desde el punto de vista moral y de hecho, les promueve muchos votos, pero inconveniente desde el punto de vista financiero.
Porque hay una premisa axiomática: a más dinero regalado, menos inversión en proyectos para crear empleos, parar elevar la seguridad y hacer más obras y atender servicios públicos.
Y más allá, ahora surge la pregunta: Si el dinero no es de los candidatos y más bien es del pueblo, ¿Quién los faculta para regalar lo que no es de ellos? ¿Qué no es preferible que en lugar de dar pescados, mejor enseñen a pescar?
Pienso que a muchos mexicanos nos gustaría que nos preguntaran si estamos de acuerdo o no, en que se regalen nuestros impuestos.
Por aquí empieza la democracia.
Según los pronósticos, las preferencias se van a cerrar, a pesar que al puntero de las encuestas no esté de acuerdo.
Pero el tema es que gane quien gane, gobernará con el acuerdo de apenas un tercio de la población y como siempre, las críticas permanentes y ácidas de las oposiciones, provocarán la habitual tensión en la sociedad mexicana.
Luego, vendrán las decepciones por las promesas incumplidas, y con ello, la toma de calles, protestas, exigencias de resolución de problemas añejos y que cada quien “jale para su santo”.
Pareciera un deja vu.
Desde el nacimiento de esta nación, se ha carecido de una cohesión social que nos lleve juntos al éxito.
Y ahora que el Estado tiene menos recursos para resolver las demandas sociales, nos indica que seguiremos en el mismo camino…o peor.
México no requiere un caudillo, más bien, le urge un demócrata.
Así de simple.