A estas alturas, parecía un acto de ingenuidad esperar demasiado del tercer debate presidencial que se realizó ayer en Mérida.
Pero como dice el nuevo clásico: aún así los candidatos lograron decepcionarnos.
Una vez más, encontraron la manera de esquivar las preguntas puntuales realizadas desde las redes sociales. Tanto que los moderadores tuvieron que pedirles que respondieran por respeto a los ciudadanos que formularon los cuestionamientos.
El problema es que ellos ya traían un guión bien preparado (a eso se refieren cuando dicen que se toman un par de días para preparar el debate), que incluía los ataques mutuos.
Lo malo para ellos es que en esta ocasión ni siquiera eso tuvo el efecto esperado. Ninguna de las acusaciones pareció dar en el clavo como para que sobreviva a una semana llena de otras noticias más impactantes.
Es decir, hoy el tema predominante seguirá siendo el pleito entre Meade y Anaya, sin que se hayan aportado elementos nuevos que ayuden a clarificar esa supuesta de trama de corrupción, que amenaza con poner de cabeza la elección en plena recta final.
Por que en realidad, el verdadero obús se lanzó unas horas antes de que comenzara el debate.
La SEIDO anunció que atrajo formalmente el caso que implica a Anaya en un supuesto uso de recursos de procedencia ilícita en Querétaro.
Para que se entienda la gravedad del asunto: un candidato a la Presidencia (el segundo de acuerdo a la mayoría de las encuestas) está siendo investigado en pleno proceso electoral por lavado de dinero.
En este contexto, podría incluso pasar a segundo término si Anaya es responsable o no de lo que se acusa. El verdadero problema es que si el Tribunal Electoral determina -como ya lo hizo en otra ocasión- que la Procuraduría está interviniendo de manera dolosa en la campaña, es la misma elección la que está en riesgo.
Están jugando con fuego, ni más ni menos.
Por eso, otra vez resulta lamentable que el último debate se convirtiera en una guerra de lodo, en la que el mejor librado fue “El Bronco” porque nadie lo peló.
Este miércoles por ejemplo, los cuatro candidatos tuvieron la oportunidad de decirle a más de 40 millones de mexicanos cómo le van a hacer para sacarlos de pobreza. Pero dejaron pasar la oportunidad.
Luego de ver lo de ayer, queda claro que la lucha por el segundo lugar se va a recrudecer en los próximos días, porque se agota el tiempo y tanto en el Frente como en el PRI, calculan que destruyendo al enemigo se pondrían a tiro de piedra para darle la vuelta a la elección el 1 de julio.
O en el peor de los casos, obtener un segundo lugar que les permita legitimarse como la primer fuerza opositora.
El debate claramente no les sirvió para despegarse. Por eso volverán a recurrir a las amenazas y los golpes judiciales. Triste noticia para la democracia mexicana, así será el último tramo de esta elección.