Si desde hace al menos una década la violencia ha sido un flagelo recurrente para Tamaulipas, no debería sorprender que por enésima ocasión, sea la seguridad el tema más importante de la jornada electoral.
En las últimas semanas, la delincuencia comenzó a hacerse presente cada vez con más fuerza en todo el país, hasta convertir el actual proceso en el más sangriento del que se tenga registro en la vida democrática de México.
Los homicidios de candidatos y colaboradores en diversas entidades ya encendieron las alertas y provocaron pronunciamientos de todos los actores políticos nacionales, pero el Gobierno Federal todavía parece pasmado ante una realidad que amenaza con rebasarlos.
Todo esto, mientras el Instituto Nacional Electoral repite más como acto de fe que como una apreciación seria, que la jornada electoral no está en riesgo y se realizará en paz.
Ojalá así sea, pero son muchas las señales de que el 1 de julio la tensión puede rebasar los límites de lo deseable.
Hasta ahora, ningún candidato tamaulipeco ha sufrido atentados, pero sí hay registro puntual de brotes de inseguridad que deberían ser tomados en cuenta.
El fin de semana fue particularmente violento:
La madrugada del domingo, un policía estatal fue herido tras un ataque en las inmediaciones de la Casa Tam.
Más tarde, ese día, en los alrededores de un cierre de campaña en la colonia Libertad lo que parecía un simple pleito derivó en la muerte de uno de los protagonistas.
La noche del sábado, una camioneta de Morena quedó en medio de un enfrentamiento en Miguel Alemán, y uno de sus tripulantes murió incinerado.
Antes, había sido atacada a balazos la sede estatal del PAN, y en Nuevo Laredo se ha vuelto recurrente la vejación de personas acusadas de supuesta compra del voto.
El panorama como puede verse, no es alentador y llama la atención que el Gobierno federal no atienda la petición específica del Ejecutivo Estatal de redoblar la presencia de las fuerzas de seguridad en Tamaulipas.
Las palabras del gobernador Francisco García Cabeza de Vaca no admiten interpretaciones confusas.
Tras los hechos de violencia preelectoral, intentó comunicarse con el presidente Peña Nieto y no obtuvo respuesta, lo que podría entenderse como un abandono institucional que en nada ayuda a la elección que culminará el domingo.
Es evidente que el grupo en el poder se está jugando mucho más que su futuro político.
Pero lo que está en juego para el país también es mucho más que la simple definición de quién será su próximo presidente.
Si la Federación no interviene pronto, la violencia que campea en varias regiones del estado traerá como primera consecuencia: el desánimo de la población para salir a votar, pero puede haber otras mucho más graves.
Están a tiempo de evitarlo. ¿Tendrán la voluntad?.