* El columnista es autor de las novelas: “Erase un periodista” y “Rinconada, la historia prohibida del maestro Ricardo”, además, Premio Nacional de Periodismo 2016.
Jamás habrá “luna de miel” entre empresarios y López Obrador, en razón de los intereses opuestos. Llegará quizá a “galaneo pueblerino” con objetivos mediáticos y, nada más.
Es una fantasía suponer que los primeros renunciarán al objetivo de explotar en las mejores condiciones, lo que les produzca dinero.
Hasta ahora, los dueños del capital han tenido todo a su disposición, gracias a regímenes que no vacilaron en alquilar la república y sus instituciones, al mejor postor.
Son los privilegiados que integrados a una élite, se apropiaron de lo que corresponde a todos, violentando escrúpulos, creencias religiosas, acostumbrados como están, a jugar con una doble moral que les prodiga imagen y garantiza, el agradecimiento como proveedores de empleo a millones que a pesar de todo, siguen desarrapados y hambrientos.
No habrá “luna de miel”, insisto, porque al matrimonio con AMLO no se consumará. De suceder lo contrario, no tendría sentido lo que ocurrió el primero de julio.
La clase empresarial parece no entender que perdió y, que el país, ya camina rumbo al cambio. Y no lo entiende, porque la soberbia no le permite apreciar que la nación está más allá de intereses grupales.
Por eso se atreven a condicionar el futuro de los mexicanos, como si en verdad fueran dueños del destino de 120 millones que están ante la gran oportunidad de reivindicar el objetivo de la existencia.
A partir del primero de diciembre habrá nuevas reglas y, no precisamente a favor de la oligarquía inmoral y rapaz, formada bajo la sombra del poder, sino de justicia social y revaloración de la condición humana, con sentido positivo.
Acostumbrados a doblegar al gobierno, tendrán que aceptar que la intimidación dejará de ser moneda de cambio, al tiempo que sus caprichos serán anulados por el interés superior de la república.
El “virtual” presidente electo, los invita a colaborar en el desarrollo de México, pero los empresarios confunden la cortesía con el sometimiento. Olvidan que el mandato del primero de julio, fue muy claro: “¡No más de lo mismo!”…y ellos son de lo mismo.
UN ANTES Y EL DESPUÉS
Cierto, AMLO ofrece algunas concesiones, comprensibles porque tampoco se trata de romper con un sector que no deja de ser importante, pero significan lo mínimo ante los enormes
privilegios recibidos hasta el presente sexenio.
Para empezar, seguramente la Secretaría de Hacienda cancelará la devolución de impuestos, que siempre significó una ofensa para el contribuyente cumplido y responsable.
No habrá tampoco empresarios consentidos que disfruten de enormes ganancias, cuando la obra pública se democratizará, procurando el bien de las finanzas nacionales. ¿Y qué tal los contratos vía amistad o influencia familiar?.
Causa risa que “concamines”, “canacos” o Coparmex, por hablar de algunos organismos, pretendan imponer criterios al futuro régimen, muy alejados del interés nacional. Como si los 30 millones que votaron por AMLO, no supieran que precisamente la clase empresarial fue la más rabiosa opositora a MORENA y, su candidato presidencial.
Exigen un país a modo, olvidando que son los menos indicados.
En opinión del escribidor, el matrimonio entre López Obrador y la clase empresarial, jamás se consumará, por lo tanto, la “luna de miel” es ficticia, una especie de seducción que ni siquiera llega a “manita sudada”, menos a besos furtivos o caricias prohibidas, entre cortinas de cualquier obscura sala de cine.
La reflexión es lógica: de cumplir caprichos y privilegios empresariales el próximo gobierno, no tendría sentido lo que sucedió el primero de julio. Así de sencillo.
SUCEDE QUE
Después de vacaciones, siempre se esperan sorpresas políticas. En esta ocasión, es probable que Tamaulipas no sea la excepción. Hay pendientes y habrá que adecuar circunstancias.
Y vea lo que es la vida…el joven Ricardo Anaya tuvo casi todo, en unas cuantas semanas, hasta la posibilidad de llegar a la presidencia de la república. Ahora le queda un expediente abierto en la PGR, pocos amigos y un partido que lo desconoce y, ‘pue-que’, hasta la vergüenza lo persiga.
Mientras tanto, el INE acumula sospechas en relación con la infame multa de 197 millones a MORENA. Y es que para este caso, la rapidez con que actuaron los consejeros, sólo explica la intención de perjudicar al partido y demeritar el triunfo de AMLO…ya lo dijo el “virtual” presidente electo: “la calumnia no mancha, pero tizna”.
Y hasta la próxima.