El escándalo del Fideicomiso “Por los Demás” y los debates sobre aeropuerto, foro de seguridad, descentralización administrativa y bajas de salarios, pueden ser tomados como escenarios de distracción de la parte medular del próximo gobierno de López Obrador: la continuidad del modelo neoliberal priista-salinista de crecimiento.
Las polémicas de corto plazo, además, estarían consolidando el modelo de presidencialismo centralista, autoritario y unipersonal; por ello, de manera personal, López Obrador está definiendo liderazgos legislativos, controles de estados no morenistas vía el delegado federal –jefe político que consideraba la Constitución de Cádiz de 1812–, Morena como apéndice presidencial y descentralización de secretarías de Estado, para anular la potencialidad de los altos funcionarios, en la lucha desde ahora, por la candidatura presidencial del 2024. Si estos ajustes en el aparato del poder central, sólo tienen que ver con el presidencialismo centralista, al país le interesa más el rumbo económico, porque López Obrador fue asumido como una alternativa al neoliberalismo salinista. Pero ya se ve que no; existen cuando menos quince indicios, que prueban que el gobierno de López Obrador seguirá el mismo rumbo económico del país, que tiene desde 1983:
1.- El compromiso de mantener la estabilidad macroeconómica, centrada en una inflación controlada por bajo PIB, salarios deprimidos y menor gasto social. La baja en los
salarios, tiene enfoque neoliberal.
2.- Compromiso de respetar autonomía de Banco de México, dique de contención antiinflacionario neoliberal.
3.- Continuidad del Tratado de Comercio Libre como está, sin modelo de desarrollo industrial, agropecuario y financiero.
4.- Mantenimiento de las metas de los Criterios Generales de Política Económica.
5.- Afirmación de continuar la globalización neoliberal de mercados.
6.- Plan Nacional de Desarrollo, en función del modelo neoliberal.
7.- Austeridad del gasto público, en la lógica neoliberal.
8.- Achicamiento del Estado.
9.- Asunción de la burocracia como un lastre caro e ineficiente.
10.- Pacto político con los grandes empresarios del Consejo de Negocios.
11.- Compromiso de no aumentar impuestos, limitando el papel fiscal de las políticas de bienestar social.
12.- Castigos a la clase trabajadora: aumento de la carga laboral, trabajo los sábados y freno a la organización sindical.
13.- Gabinete de segundo nivel político.
14.- Congreso controlado férreamente por el ejecutivo.
15.- Relaciones con Trump al margen de las ofensas ataques y agresiones en temas de comercio, migración y seguridad.
En el fondo, López Obrador no ha engañado a nadie: su discurso de campaña fue contra la corrupción, contra la inseguridad y por programas asistencialistas específicos, pero nunca propuso una alternativa al modelo neoliberal de desarrollo que, al final de cuentas, es el que ha propiciado corrupción, inseguridad y pobreza.
Por tanto, al país le esperan con López Obrador –como hubiera ocurrido con José Antonio Meade y Ricardo Anaya– otros seis años más de modelo económico neoliberal priísta de PIB bajo, menor distribución de la riqueza, marginación estructural y pobreza laboral.
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@carlosramirezh