CIUDAD VICTORIA, TAMAULIPAS.- El humor y la calidez de una persona puede dejar huella por décadas, como lo hizo don Poncho, quien a 70 años de haber fundado su cafetería y aún después de fallecido tiene a decenas de clientes, que con fidelidad acuden a probar el café hervido, bisquet con mantequilla y tamales que se ofrecen en el lugar cada mañana.
Janet Carolina Contreras Mata, sobrina del actual dueño, quien es sobrino de Idelfonso Balboa, platica que fue el buen humor, carisma, y el buen sabor del café, lo que provocaba que mañana a mañana tuvieran filas de más de 50 personas en las afueras del local.
Inicialmente el negocio de comida nunca estuvo en los planes de don Ponchito, quien tenía un pequeño local donde vendía cintos, botas, sombreros y demás productos para vaqueros dentro del mercado Argüelles.
Lamentablemente el pequeño local y mercancía acabaron convertidos en cenizas tras un incendio que terminó consumiendo todo el mercado, donde todos los locatarios resultaron afectados y perdieron todo su patrimonio.
Afortunadamente para Idelfonso, su primo hermano era el ex gobernador Praxedis Balboa Gojón, quien tras ver el incidente le donó el local número 59, localizado en la esquina del 6 Morelos, que anteriormente se utilizaba como basurero.
“Le dio la esquina, donde antes depositaban la basura y le dijo ‘toma ese espacio’, construyó y ahí vendía café, pan, tamales donde la gente hacía fila para comprar desde las cinco de la mañana que lo abría”.
A partir de entonces la vida de don Poncho se dividía en dos; por la mañana madrugaba para abrir su puesto y atender a la clientela y en la tarde correr a sus parcela ubicada en el municipio de Güémez, para regar naranjos y otras plantas.
“Abría desde las cinco de la mañana, cerraba al medio día para ir a la huerta y regresaba en las noches. Actualmente nosotros abrimos a las 7 y cerramos a las 6 de la tarde”.
En 1950, Victoria no era la ciudad que hoy es; en el mercado se hallaban las principales terminales de autobuses que corrían hacia ejidos cercanos, por lo que sus principales clientes eran choferes, pasajeros, trabajadores del centro de la ciudad y familias, quienes se juntaban para platicar con don Ponchito.
“Aquí venían los de camiones, tránsitos, policías, era el único lugar donde vendían el café hervido; su forma de ser, alegre y platicador lo hacían una persona especial”.
Pero no sólo ser “buena onda” caracterizaba a Idelfonso, también su buen corazón, ya que invitaba tamales dorados y café a todo aquel indigente que se acercara a su local.
“Él siempre tenía café hervido, tamales en hoja de maíz y bisquet con mantequilla”.
Idelfonso falleció en el 2005, por lo que la tradicional cafetería pasó a manos de su esposa, quien dejó la administración de la misma a un sobrino, quien busca que siga siendo igual con el sello de don Poncho.
“Cuando él falleció, los nietos atendían la cafetería, después los sobrinos; yo soy sobrina de mi tía Diana. Aquí vienen clientes, señores mayores que desde hace décadas vienen a tomar café y a leer el periódico”.