Del 15 al 17 de julio se realizó en La Habana el XXIV Encuentro Anual del Foro de Sao Paulo (integrado por partidos y movimientos de “izquierda, progresista, socialista y antiimperialista”). Participaron 439 delegados de cuatro continentes, y entre los asistentes destacaron Raúl Castro, los mandatarios Miguel Díaz-Canel, Nicolás Maduro, Evo Morales, Salvador Sánchez Cerén, Li Qiang (miembro del Buró Político del Partido Comunista de China) y los expresidentes Manuel Zelaya y Dilma Rousseff. Brillaron por su ausencia los presidentes Daniel Ortega (que afronta una insurrección), y de Ecuador, Lenin Moreno, distanciado de sus pares bolivarianos por el apoyo que le dieron a su rival político, Rafael Correa.
En el encuentro se analizaron los “intentos desestabilizadores contra gobiernos progresistas en la región, en particular en Brasil, Venezuela y Nicaragua”, y las estrategias para enfrentar el imperialismo yanqui. En la declaración final se afirma que una ofensiva de la “derecha imperial y las oligarquías subordinadas (“de manera concertada con la ONU”) ha hecho retroceder a las fuerzas de izquierda, mediante el derrocamiento de sus gobiernos”, han “cercado militarmente a Rusia en Eurasia” e impedido que China “continúe su avance como potencia económica mundial” y “destruir, en América Latina, los proyectos de justicia social, democráticos y de internacionalismo latinoamericano”. Se ratificó la defensa de la Celac como objetivo político prioritario; se denunció “el papel injerencista de la OEA y la política intervencionista de los Estados Unidos en los asuntos de la Nicaragua sandinista”; se declaró en sesión permanente de solidaridad contra la intervención internacional hacia Venezuela; se respaldó la postulación del presidente Evo Morales para las elecciones de 2019 y la liberación de Lula, entre otras causas, y se homenajeó a Fidel Castro.
Si bien el Foro refleja que sus miembros no se han movido un ápice en su retórica antiyanqui, socialista y populista (incluyendo sus análisis sesgados sobre América Latina y la realidad internacional), diversas causas que reivindican son descaradamente retrógradas, y las estrategias que plantean son claramente defensivas, ya que, según se reconoce, la correlación de fuerzas políticas en la región ha cambiado. Así, no es casual la defensa hecha de Rusia y China, los nuevos socios y aliados de los bolivarianos, quienes sustituyeron la dependencia económica que antes se tenía de los estadunidenses. O el respaldo dado a la Celac y a los gobiernos de Maduro y Ortega frente al “intervencionismo de la OEA y del Grupo de Lima” (integrado por México, Perú y otras 10 naciones), ante las diversas condenas hechas por estos a aquellos regímenes. Los foristas y la Celac eluden los informes emitidos por la CIDH que responsabilizan a Ortega de reprimir ferozmente a los opositores (a los que culpa el gobierno de la violencia), además de que ambas instancias apoyan a corruptos como Lula y Correa, y a las anacrónicas economías estatistas y socialistas. Por parte de México, la presidenta de Morena, Yeidckol Polevnsky, avaló la Declaración, y el diputado electo Gerardo Fernández Noroña, además, adelantó que en México se echarán abajo las reformas neoliberales.
El gran problema de los populistas en Latinoamérica es que el bloque bolivariano se ha dividido y debilitado (en general, la ciudadanía los ha echado del poder), y sobre todo, han perdido importantes liderazgos, aunque después del triunfo de AMLO se han ilusionado y pretenden pasar a la ofensiva.
ENTRETELONES
INE, Fepade y Trife deben resistir la presión política
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