Algo bueno habrá de dejarnos la reconfiguración política que vive Tamaulipas como consecuencia de las elecciones del 2016 y de los comicios del primero de julio, que casi borraron al PRI del escenario estatal y consolidaron a dos fuerzas políticas dominantes: Morena y el PAN.
Por lo pronto con la cancelación del registro al PRD, PANAL y Encuentro Social, se amarra las manos a una rapaz burocracia seudo opositora que durante años, a través de sus componendas con el poder, pervirtió la vida política del estado y realizó multimillonarios negocios con cargo al dinero público.
Tal vez el momento de mayores excesos, la cresta de la corrupción, tuvo lugar cuando Ricardo Gamundi dirigió el PRI en el sexenio de Eugenio Hernández. Gamundi gastó millones de pesos para comprar a los adversarios o para perseguirlos y someterlos.
El veracruzano-tamaulipeco aprovechó el efecto devastador de la primera elección que le tocó enfrentar a Eugenio, para destapar la caja fuerte del gobierno. Se perdieron las senadurías y casi todas las diputaciones federales y con el orgullo lastimado por la derrota, el gobernante canalizó millones y millones de pesos a las siguientes campañas.
A golpe de billetazos metieron al redil a las cúpulas del PRD, PVEM y PT e inclusive a algunos panistas como el matamorense José Julián Sacramento.
Los perredistas Cuitláhuac Ortega, Jorge Mario Sosa Pohl, Jorge Valdez y Alberto Sánchez Neri, entre otros, vendieron la franquicia al mejor postor y promovieron candidaturas a modo para abrirle paso a la aplanadora tricolor.
Los patrones de los jerarcas locales del PRD no despachaban en la Ciudad de México. Mandaban desde la Secretaría General de Gobierno o desde el viejo edificio del PRI de donde salían los maletines que con puntualidad inglesa cubrían los jugosos emolumentos de los supuestos opositores.
Un correo del zar, como llamaban al repartidor de la lana, iba de ciudad en ciudad comprando líderes y conciencias. Por esa razón Gamundi tenía en condición de fieles lacayos a la nomenclatura del PRD y de los chiquipartidos.
Fue entonces, por ejemplo, cuando Jesús González Macías, encumbrado como líder del PVEM, empezó a ahorrar para comprar sus mansiones en Madero y en San Antonio, Texas, y su jet personal con el que surca el espacio cada vez que se le ocurre ir de compras al Canteras Mall o a visitar en Cancún a su jefe, el Niño Verde.
El PANAL, creado por Elba Esther Gordillo, la misma que ayer recuperó su libertad, fue un negociazo para Arnulfo Rodríguez Treviño cuando dirigió el SNTE. Hacer votar a los maestros por el PRI convirtió a Arnulfo en casi dueño del aparato educativo estatal, con plazas y presupuesto a su disposición.
Estas y otras criaturas del bajo mundo hicieron del papel de opositor un oficio de bandidos, con impunidad para saquear el presupuesto y disponer de posiciones políticas que el priismo entregó en premio por los valiosos servicios prestados para derrotar y aplastar a los opositores de a deveras.
El tiempo acabaría por cobrarle sus excesos y con el desprecio ciudadano el primero de julio tuvieron un amargo fin de fiesta.