Cuando Sergio Guajardo Maldonado se alzó con el triunfo y con la presidencia estatal del PRI en la asamblea de consejeros estatales, la mayoría de los analistas señalaron que la victoria del cenecista fue alcanzada por una operación política realizada por el ex gobernador Egidio Torre Cantú.
Si bien el ex mandatario estatal tenía su ‘corazoncito’ puesto con Checo Guajardo, la realidad es que su influencia fue mínima, no tan relevante como fue destacada en ciertos espacios.
Los que realmente se convirtieron en un factor decisivo para que el ex dirigente estatal de la CNC y ex diputado local derrotara con claridad a Oscar Luebbert fueron tres operadores políticos que actuaron con suma efectividad: Oscar Almaraz Smer, alcalde de Ciudad Victoria; Roberto Hernández Báez, delegado federal del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) en el estado; y… César García Coronado, titular de la delegación federal de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes (SCT).
Por supuesto, también participaron con sus votos, en calidad de consejeros estatales priistas, los diputados federales tamaulipecos, coordinados por Edgar Melhem, y los diputados locales con Alejandro Etienne Llano a la cabeza.
Pero… el grupo más movido fue la tercia compuesta por Oscar Almaraz, Roberto Hernández Báez y César García Coronado. Incluso, una noche antes de la asamblea, organizaron una cena en casa del presidente municipal victorense, como una forma de cerrar filas y… contabilizar las fichas que traían consigo.
El resultado final de esa histórica convención interna todos lo conocemos: Sergio Guajardo ganó con contundencia. Después, sucedió lo que muchas veces pasa cuando alguien obtiene una posición de poder: la distribución de los cargos dejó a disgusto a algunos, sobre todo, a Oscar Almaraz, quien sentía merecer más posiciones.
Por su parte, Roberto Hernández Báez y César García Coronado se dedicaron a lo suyo: a trabajar en sus delegaciones federales y… en sus tiempos libres… jugarla con todo a favor del proyecto político de Miguel Angel Osorio Chong, entonces secretario de Gobernación y uno de los dos principales aspirantes a la candidatura del PRI a la presidencia de la república. Finalmente, la nominación se la dieron a José Antonio Meade y concluyó ese capítulo.
Ahora, con el inevitable relevo de Sergio Guajardo Maldonado en la presidencia estatal del PRI, el nombre de César García Coronado suena con mucha fuerza. Efectivamente, quiere. Y ojo: puede ser presidente del Revolucionario Institucional en Tamaulipas.
Cuenta, por supuesto, con la bendición de Miguel Angel Osorio Chong, próximo líder de la pequeña fracción parlamentaria priista en el Senado. Si bien el ex secretario de Gobernación todavía no pide la posición tricolor tamaulipeca ante el Comité Ejecutivo Nacional (CEN) del PRI, es muy probable que la solicite.
Antes de ser delegado federal de la SCT en San Luis Potosí, César García Coronado trabajó en el área de giras del entonces gobernador de Tamaulipas, Eugenio Hernández Flores. Luego se desempeñó como secretario privado de Miguel González Salum, cuando fue alcalde de Ciudad Victoria.
Posteriormente, César García Coronado se metió a trabajar en la campaña presidencial de Enrique Peña Nieto y operó en la tierra de AMLO: Tabasco. Ahí, con esa chamba, afianzó su amistad con Jorge Francisco Márquez Montes, el brazo derecho de Miguel Angel Osorio Chong. Márquez Montes, nativo de Hidalgo, se convertiría en el influyente y poderoso Oficial Mayor de la Secretaría de Gobernación.
Pero no es el único aspirante a la presidencia del PRI en Tamaulipas. El otro gallo, con amplia experiencia y heredero de uno de los grupos políticos con mayor influencia en el estado, es Enrique Cárdenas del Avellano. De hecho, ya fue dirigente estatal del priismo, en la época de Tomás Yarrington Ruvalcaba.
Hijo del ex gobernador Enrique Cárdenas González (identificado con Luis Echeverría) y amigo del ex mandatario estatal Egidio Torre Cantú, Enrique Cárdenas del Avellano tiene una trayectoria interesante: alcalde de Ciudad Victoria, jefe de la junta de coordinación política del Congreso del Estado, secretario de Desarrollo Social y dos veces diputado federal.
El nombre del heredero de Los Cárdenas despierta ánimos entre cierta generación de priistas, aquellos que todavía recuerdan con nostalgia los años de gloria del partido que fuera invencible en las urnas. Eran, claro, otros tiempos.
Esas son las dos cartas que despuntan en la carrera por la presidencia del PRI en Tamaulipas: César García Coronado, impulsado por Miguel Osorio Chong; y Enrique Cárdenas del Avellano, respaldado por diversos grupos del tricolor.
No son los únicos aspirantes. Otros que levantan la mano son Humberto Valdez Richaud, el famoso ‘Betico’, ex líder estatal del Movimiento Territorial y ex alcalde de Reynosa; Alejandro Etienne Llano, ex alcalde de Victoria y actual diputado local; Benito Sáenz Barella, ex candidato del PRI a la diputación federal por el Distrito Dos; y Alejandro Torres, un joven militante que despacha como secretario jurídico del comité estatal priista.
A pesar de que está a punto de ser enterrado, el Revolucionario Institucional genera morbo y, por tanto, es ‘comidilla’ en el ámbito político.
BRONCA: AURELIANA CONTRA ‘PALOMITA’
A mentadas de madre terminó ayer la sesión previa de Cabildo de Tampico, realizada a mediodía en la sala de regidores.
Todo comenzó cuando la ex priista Aureliana Núñez, que regresó al cuerpo edilicio hace un mes después de apoyar al PAN en la elección, reclamaba el pago de la renta mensual de la bodega donde trabaja un grupo de despicadoras de la tercera edad, en un convenio sostenido con el Ayuntamiento de Tampico desde hace más de una década.
Molesta, la lideresa de las despicadoras de camarón, explotó en el momento en que escuchó que Paloma González Carrasco, regidora tricolor, hizo un comentario apenas perceptible. ‘¡Tú cállate!’, le gritó Aureliana a Palomita. ‘Eres rica, pero también te…’, insultó, perdiendo todo control, Aureliana. Y remató con un estruendoso recordatorio del diez de mayo.
Si bien Paloma González Carrasco es engreída y soberbia, la realidad es que ninguna mujer, ni ningún servidor público, merece ser insultado en una sesión de trabajo, aunque sea privada. Se vale la discusión en un Cabildo, pero con argumentos, no con insultos y groserías.
Es cierto, tal vez Aureliana Núñez se sintió afectada en sus intereses, pero debería tomar las cosas con calma y no perder los estribos de esa forma. Es una regidora que debe entender que ‘lo cortés no quita lo valiente’. Esperemos que en la sesión ordinaria del próximo lunes todos los regidores actúen con responsabilidad.