Como si el señor Pachuca anduviera aún por Tamaulipas, la semana pasada irrumpió en casi todos los comederos políticos y en los análisis la figura de César García Coronado al que de manera unánime le vieron cara del mejor prospecto para dirigir al PRI de Tamaulipas; o lo que de el queda tras las derrotas del 2016 y de julio pasado.
Así es mis queridos boes, intenté investigar de dónde salió la versión que se generalizó en los comentarios editoriales por todo Tamaulipas, pero no encontré el origen, el caso es que de pronto García Coronado se convirtió en el más nombrado para suceder a Sergio Guajardo ahora que logren echarlo de la dirigencia estatal tricolor.
¿Es el bueno César García Coronado?, no tengo la menor idea, porque está bien claro que el PRI que dejará Guajardo es apenas un remedo del que existía cuando el multicitado se fue de Tamaulipas a San Luis a cobrar como delegado de la SCT.
Y es qué García Coronado debe tener en su memoria el PRI de Eugenio Hernández Flores y de Ricardo Gamundi, donde sobraba de todo, especialmente dinero.
Eran los tiempos en los que todavía la dirigencia estatal era una secretaría de desarrollo social alterna, una agencia de colocaciones, un pedazo de la tesorería estatal.
El dirigente estatal del PRI era descaradamente parte del gabinete estatal y podría considerarse como más influyente que cualquier secretario oficial.
Hoy, lo que le tocaría a César encabezar, si es que lo convierten en dirigente (líder es otra cosa), sería l administración de un partido que está muy pero muy lejos de sus días de gloria.
Ahí en el deteriorado edificio del bulevar Praxedis Balboa reina la desolación, la frustración y la bancarrota.
La mayoría de los empleados que formaban parte del ‘séquito’ al servicio de la dirigencia estatal se fueron, lo hicieron porque el PRI no les pagaba, sus sueldos eran de dependencias estatales o delegaciones federales.
Hoy ahí se batalla para pagar la luz, reparar aires acondicionados, dar manteniendo a computadoras y mantener los servicios básicos de internet y telefonía.
Ni pensar en las prerrogativas, al PRI de Tamaulipas le tocará muy poquito y apenas le va a alcanzar para lo más mínimo. De hecho pronto va a tener que cerrar muchos de sus comités municipales, porque no hay para pagar rentas, menos servicios y nóminas.
Si César García Coronado tendría que buscar mucha lana quiere sacar la lana para que el PRI de Tamaulipas siga respirando, si encuentra quien financie la reanimación del moribundo tricolor entonces es el bueno.
Pero debe tener claro que aquellos días de gloria, cuando era coordinador de giras y los del paraíso que le ha significado la delegación de SCT en San Luis Potosí son cosas del pasado.
Porque también debe saber que la dirigencia estatal le pondría pues bajo la lupa, suponiendo que vendría a Tamaulipas con ánimos de competir, a menos que vaya a ser más frío que el tibio de Checo Guajardo y pensar que él fue de los que le invirtió para que este le ganara a Oscar Luebbert
Porque además, con el colmillo que debe tener alguien que ha estado cerca, muy cerca de un gobernador y que ha tenido un cargo como el que tiene en la SCT ya debe saber que su capacidad de gestión se reduce a poco menos que cero, que las campañas mediáticas cuestan y que volver a echar a andar lo que queda de la maquinaria priista y recuperar la perdida cuesta muchos millones de pesos, debe estar buen apalancado de alguien en la CDMX que seguro le aportará, a menos que lo hayan mandado a fintar solamente.
Pero César no es el único que busca la dirigencia estatal del PRI, ahí están también anotados Roberto González Barba de Tampico y Yahleel Abdala de Nuevo Laredo, experiencia y juventud, de esas que en el PRI siempre desprecian.
También están en la carrera un insípido Emilio Grimaldo y un viejo colmilludo Enrique Cárdenas, habrá que ver a quien le entregan los despojos tricolores, capaz que su principal tarea será organizar el funeral.
La seguridad de AMLO…
El fin de semana un fanático religioso demostró lo que aquí y en muchos otros espacios editoriales se ha dicho: la seguridad del presidente electo no es cosa de un nombre y apellido sino un tema de estado.
El tipo eufórico, enojado quiso llegar hasta AMLO gritando que no debía trabajar los sábados porque se enojaría Dios. Parece de risa, pero hay fanáticos que cargan armas, que las usan. Ojalá recapaciten y se pongan a cuidar a la institución presidencial, lo que a él le pase nos afecta o nos beneficia a todos. Comentarios: meliton-garcia@hotmail.com Twitter: @melitong