Dice la leyenda urbana que si en tiempos de Marcelo Ebrard como jefe de Gobierno de la Ciudad de México se hubiera hecho un proyecto ejecutivo (digno de ese nombre) para la Línea 12, a esa administración capitalina no le hubiera dado tiempo de terminar esa línea del Metro antes de que acabara el sexenio.
El resto es historia. Hagan grupos de tres y discutan qué hubiera sido mejor: proyecto antes o Línea 12 como la tenemos (con su millonario costo en mantenimiento).
Con eso en mente, pregunto a Rogelio Jiménez Pons, propuesto por Andrés Manuel López Obrador como próximo director de Fonatur y encargado del Tren Maya, si ya tienen el proyecto ejecutivo para esa obra que de un momento a otro pasó de 900 a 1,500 kilómetros.
Antes que nada aclara que él no es el “trenólogo” del equipo. Que hay un grupo específico de ellos, pero “tenemos algo avanzado, hay cierta tecnología de trenes con un nivel de ingeniería que es muy sofisticada”, pero hay otra tecnología, explica, que se tiene muy dominada en México.
Con soltura, explica que lleva al menos dos años trabajando con López Obrador en proyectos de asentamientos urbanos y vivienda; pero que de lleno en el Tren Maya tiene mínimo un año.
Jiménez Pons reconoce que el proyecto incluye “zonas difíciles en el trayecto, peligrosonas como las de los cenotes, correcciones de curvas y nivelaciones”.
Pero que la preocupación principal es dar “certidumbre en todas las ingenierías, tenemos que tener los pelos de la burra en la mano para muchas cuestiones técnicas, no nos podemos dar el lujo de ningún socavón como el de Cuernavaca, ni ninguna Línea 12”.
Reconoce también que aunque hay derechos de vía que datan de mediados del siglo pasado, se necesitará usar tramos paralelos a carreteras de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes (SCT) e incluso de zonas de torres de alta tensión de la Comisión Federal de Electricidad (CFE).
Pero insiste en que en el trazo original, en el de los 900 kilómetros, “tienes muchos tramos que son factibles de empezar, hay muchos detalles listos, ya tenemos gente en campo verificando, ya hay datos de las instancias federales, esto nos permite acercarnos a lo que son definiciones”.
Lo que la gente no ha entendido de este proyecto, subraya el próximo titular de Fonatur, es que estamos ante “un verdadero proyecto de desarrollo integral, uno que tiene por objetivo que el impacto económico se quede en la zona. Es un proyecto de ingeniería social y estamos hace rato sobre él con un horizonte de desarrollo de 30 a 50 años”.
En el primer paquete de obras, ejemplifica Jiménez Pons, “le daremos juego a las empresas locales.
Eso nos significa más gente en coordinación, pero la obra sale más barata, un 20 por ciento, o 30 por ciento más barato, si tomas en cuenta que no habrá moches”.
Según sus cálculos, y a partir de lo que le han dicho empresarios turísticos de Cancún, en 10 años será posible llevar a 3 millones de turistas anuales a Calakmul con “el respeto ecológico y social que implica ese volumen”.
Qué le quita el sueño, le pregunto. “Los tiempos, no está nada fácil, el 1 de julio en la noche le puse un mensaje a mi gente (más de 90 personas hoy trabajando pro bono): ‘La buena es que arrasó AMLO. La mala es que tenemos seis años y medio sin vacaciones”.
Ellos, al menos, creen que su tren sí va a alguna parte.