La captura de Luis Alberto “N”, “El Pelochas”, representa una nueva sacudida para el ecosistema criminal de la frontera, tan frágil por momentos, pero por la misma razón, altamente susceptible a detonar en hechos de máxima violencia.
A Luis Alberto tenían tiempo buscándolo todas las corporaciones de seguridad, pero también los grupos contrarios de la región que lo culpaban de traicionarlos, pero todavía más grave para ellos, de calentar la plaza con las consecuencias que eso les significa.
“Pelochas” fue el jefe de sicarios del grupo que controla Reynosa.
A la muerte del líder delictivo “Toro”, en el 2017, comenzó una lucha descarnada por el poder criminal de la zona y su otrora mano derecha se convirtió en uno de los más buscados.
Por él, la autoridad estatal ofrecía 2 millones de pesos, aunque sus rivales en el mundo del hampa quizás hubieran pagado más por quitárselo del camino.
En aquel momento, el gobierno del estado emprendió una campaña sin precedentes para neutralizar a los tres capos que se disputaban la plaza y que de esa manera habían desatado una nueva ola de violencia en Reynosa.
El “Betillo” fue abatido por la Marina en enero de este año, “Pelochas” está detenido, por lo que el único que queda en activo es “Panilo”.
El operativo que montaron la Policía Federal y la Policía Estatal en Victoria dio muestra de la trascendencia del objetivo capturado la madrugada del jueves en Monterrey.
La ciudad se vio sorprendida por retenes en diversos puntos, convoys circulando en diferentes direcciones y el traslado del constante del detenido a bordo de un helicóptero de la Policía Federal.
Si las labores de inteligencia contribuyeron a ubicarlo y detenerlo en Nuevo León, las mismas dictaban que para recluirlo en un Penal de Victoria, se requería seguridad máxima, un operativo perfecto sin errores de ningún tipo.
Así ocurrió, luego de un largo día de tensión, el detenido fue recluido en el penal cerca de las 22:00 horas.
Los reportes que tenía en su poder la Comisión Nacional de Seguridad advierten que si bien Luis Alberto “N” era objeto de una cacería por parte de otros grupos criminales, en realidad no estaba refugiado en Monterrey, si no en busca de expandir su influencia.
Como haya sido, su captura en plena avenida Eugenio Garza Sada confirma que los líderes delictivos de Tamaulipas han elegido a la zona metropolitana de Monterrey como guarida; desde ahí -lejos de las refriegas y el acoso de las fuerzas de seguridad en sus plazas- controlan el negocio, intentando mezclarse, pasar desapercibidos en la sociedad regia.
La buena noticia es que en los últimos meses, las corporaciones federales de seguridad y las estatales de Tamaulipas y Nuevo León han mostrado trabajo en equipo, como lo demuestran las últimas capturas de objetivos prioritarios.
El reto ahora es que dichas detenciones se traduzcan también en una reducción de la violencia que todavía azota a la región fronteriza.