Además de la enjundia con que saquearon el presupuesto los exgobernadores, y del dolor y coraje generados por casos como la masacre de Atyozinapa, o el hiperfamoso conflicto de intereses de la Casa Blanca presidencial y muchas cosas más, detrás de la cólera ciudadana hubo y hay otros pequeños motivos que atizan el encabronamiento colectivo.
Todos los días y a todas horas el ciudadano es víctima de abusos y de maltratos por parte de una burocracia abusiva y ladrona, y su único escape es derramar bilis, gritar en el desierto y rumiar en privado sus amarguras porque simplemente los representantes locales de la Federación ni los ven, ni los oyen.
Ejemplos: ayer un ciudadano llegó a las oficinas de Expreso con su recibo de luz en la mano. El hombre tiene una casa modesta de 130 metros cuadrados, vive con su mujer y dos hijos pequeños, la pareja apenas obtiene 20 mil pesos sumando sus ingresos y la CFE les cobra 15,000 pesos por un consumo mensual.
O paga o los dejan en tinieblas.
El atribulado ciudadano fue a la ventanilla de la CFE y lo mandaron por un tubo, quiso hablar con el superintendente y resulta que este burócrata solamente de vez en cuando va a la oficina; siempre asustado y tembloroso, tan pronto firma algunos papeles se retira a toda prisa.
Los últimos días el afectado ha acudido con su queja a Profeco, pero no le sirvió de nada. Una gris burócrata priista que ahora es la delegada simplemente le espetó con desparpajo: “Quéjese… y ya veremos después, ¡pero pague!”.
Estos casos que ilustran el comentario se repiten incesantemente en la CFE y en otras dependencias.
Los pequeños tiranuelos abundan. En la SCT, por ejemplo, hay un delegado que vive de planta en McAllen y ha dejado tirada su responsabilidad. Ni hablar, para eso lo protege un influyente político chilango.
En SAGARPA, el delegado Eduardo Mancilla, arropado por su jefe Baltazar Hinojosa, ha unido en su contra a productores tamaulipecos víctimas constantes de su negligencia. Ahora mismo adeuda millones de pesos y a unos meses de dejar el cargo no hay señales de que pretenda cumplir sus compromisos.
Entre esta fauna nociva ocupa un lugar sobresaliente el delegado de Semarnat, Jesús González Macías, de la pandilla del PVEM, que ha convertido en su pequeño imperio esa dependencia con un sistemático saqueo de su escasos recursos y arreglos en los “oscurito” con depredadores que ponen en grave riesgo la flora y fauna tamaulipeca.
La lista es muy larga, pero es obligado mencionar a Aurelio Salinas, un gris ex burócrata universitario que hace muchos años emparentó con la familia del ex gobernador Eugenio Hernández y después de realizar lucrativos negocios en el sexenio de su cuñado, fue premiado con la delegación de PROFEPA donde se beneficia con la degradación del medio ambiente.
Estos y otros que se quedaron en el tintero ya se van, pero no hay que esperar mucho de los que vienen. Menos aún si aterrizan la figura del superdelegado como está anunciado, y se la entregan un tipo que no tiene nada que sumar a la vida pública de Tamaulipas.
Su mérito: haber aportado una cantidad millonaria para la causa de Morena.