Luego de aquél patético intento de Baltazar Hinojosa por convertirse en el líder moral del priísmo tamaulipeco, tras su estrepitosa derrota en el 2016, hoy -que vuela en la nube de su fugaz paso por Sagarpa- irrumpe de nuevo en el muy accidentado proceso de sucesión tricolor.
Al aún Secretario le dio otra vez por intentar imponer condiciones para la selección del nuevo dirigente estatal del PRI y convertirse en algo así como el fiel de la balanza.
Pero es bien sabido que su capital político nunca le dio para tanto; quizás por eso buscó una alianza con Paloma Guillén, a quien muchos ven como la tamaulipeca más cercana a Claudia Ruiz Massieu.
Los dos habrían acordado unirse para promover a un mismo aspirante, que según fuentes cercanas al proceso, sería Enrique Cárdenas del Avellano.
Como a Balta y Paloma últimamente las cosas no les salen necesariamente bien, habrá que esperar al desenlace de su nueva y ambiciosa empresa.
Lo que trascendió es que las aspiraciones de Yahleel Abdala, quien era bien vista por la dirigente nacional, se vieron truncadas porque a la hora de plantear su proyecto se le pasó la mano con las exigencias.
Se le olvidó que el partido pasa por el momento más crítico de su historia y si algo no tiene, es dinero para la operación en territorio.
Y de César García lo que se sabe es que le jugó en contra su cercanía con Miguel Ángel Osorio Chong, a quien Baltazar y sus seguidores todavía lo ven como el gran responsable de la debacle priísta en Tamaulipas.
De traidor no lo bajan.
Mientras son peras o manzanas, lo cierto es que Sergio Guajardo sigue siendo el presidente estatal del PRI, y el pleito que ahora se vive por nombrar a su reemplazo no parece que vaya a cambiar el destino de ese partido a corto y mediano plazo.
Entre los priístas reina el pesimismo. El pronóstico es que la próxima elección termine por borrarlos del mapa sin alcanzar si quiera una curul en el Congreso local.
Y no les faltan razones:
1) El CEN no tendrá a partir del 1 de diciembre acceso alguno a los recursos necesarios para enviar a cuerpear a sus organismos estatales. Todo lo contrario, el partido está por sumergirse en la más profunda de sus crisis económicas.
2) Los alcaldes que tuvieron la posibilidad de apoyarlos económicamente, fracasaron en su intento por reelegirse. El panorama es desolador para los priístas tamaulipecos: no gobernarán uno solo de los municipios importantes en términos políticos y económicos.
3) Su estructura territorial está desmantelada, la desbandada de operadores, líderes y militantes de a pie es cada vez más dramática. Del músculo tricolor no quedan sino recuerdos.
Así las cosas, no resulta exagerado afirmar que la única posibilidad que tiene el PRI para sobrevivir al nuevo vendaval que se avecina para el 2019, es acomodarse en una alianza con el PAN o con Morena, y estirar la mano para recibir las migajas que tengan a bien compartir los nuevos dueños del balón.