A pesar de su trascendencia para el futuro político del estado, la elección del año que entra pinta para ser -como suelen ser las intermedias- muy poco atractiva para el electorado tamaulipeco, que en su gran mayoría, no le da demasiada importancia a lo que hagan o dejen de hacer los dichosos diputados locales.
Pero además de aburridas, las campañas del 2019 tendrán la característica de que escasearán los recursos para los partidos políticos.
Tras su llegada al poder, Morena alista un entramado de reformas que apuntan en el mismo sentido: reducir el presupuesto electoral, con todo lo que ello implica.
Claro está que las huestes de López Obrador no son hermanas de la caridad, y detrás de esta intentona por recortar a chaleco el gasto de los partidos políticos, hay una estrategia evidente: a Morena el presupuesto no le va a faltar si se considera que tienen el sartén por el mango, y que planean afianzarlo con la presencia de sus super delegados en las entidades.
El verdadero golpe lo van a resentir el resto de los partidos, el PRI sobre todo, que parece condenado a la miseria económica y política.
En Tamaulipas, las cuentas no le salen al partido que ¡todavía! conduce Sergio Guajardo Maldonado. Aún debe más de millones de pesos de las multas aplicadas por el INE en el 2018 y para el 2019 ya le tienen preparadas otras sanciones económicas.
Y si Morena cumple su amenaza de bajar al 50% el gasto para los partidos políticos el año entrante, el panorama parece desolador para un instituto político que durante décadas manejó a su antojo un presupuesto que parecía infinito.
Hoy, sin la gubernatura, ni delegaciones federales o alcaldías de peso, lo único que le queda es mendigar capital político.
La situación para ellos es tan delicada, que incluso una diputación local de representación proporcional parece un premio imposible de conseguir.
Ni hablar de los poquitos legisladores que ganaron la elección el 2016 y que amenazan con intentar reelegirse el año que entra.
¿Con qué cara van a apersonarse en su natal Matamoros los diputados Mónica González, Anto Tovar y Juan Carlos Córdova, para volver a pedir el voto?
Decir que han sido improductivos es poco; su paso por el Congreso, igual que el de la mayoría de sus compañeros de partido, ha sido tan gris que difícilmente alguien recuerde su presencia en la actual Legislatura.
Lo mismo pasa con el representante por Victoria, Carlos Morris Torre, quien seguramente vivió su debut y despedida en el poder legislativo.
O Copitzi Hernández García, quien luego de calentar el asiento con mucho estilo en el salón del Pleno, tuvo la puntada de lanzarse en búsqueda de la diputación federal por el distrito 3 donde fue vapuleada por Morena y por el PAN, para quedarse en un lejanísimo tercer lugar.
Eso sí, la humillación se le olvidó muy pronto y fue la primera en regresar a cobrar sus quincenas al Congreso local.
De ese tamaño son los gallos del PRI. Y así de triste será para ellos el nuevo proceso electoral.