Desde que bajó del avión de Aeromar, en el aeropuerto de ciudad Victoria, asomó la sonrisa de Andrés Manuel López Obrador. El tabasqueño, es el vivo rostro del éxito y su mirada y cada uno de sus gestos, lo muestran en el éxtasis del poder, en el disfrute pleno de su triunfo.
Finalmente, el presidente electo ha logrado lo que muy pocos: desde que decidió desafiar a las cúpulas del poder y enfrentar a un régimen que por años dominó todos y cada uno de los espacios de la vida pública del país, se montó en una aventura que parecía condenada al fracaso.
En tres ocasiones forcejeó con los barones de la política y la economía y, a la tercera, no hubo poder humano ni sobrenatural, que lograra contener su avance, soportado por el voto de millones de ciudadanos.
Ahora es el Presidente Electo y, aunque será hasta el primero de diciembre cuando asuma formalmente el poder, desde agosto se pasea por el país, como si ya estuviera despachando en Palacio Nacional.
Ayer que vino a Tamaulipas, había expectación y cierta incertidumbre. Viejas experiencias de gobiernos locales que tuvieron funestos encontronazos con los nuevos presidentes y que vieron menguado su poder a la mitad del camino, generaron una atmósfera de preocupación.
Se decía ayer en este mismo espacio, que Tamaulipas necesita hoy más que nunca, de un buen entendimiento entre el Gobierno Federal y la administración estatal. Un desencuentro complicaría aún la posibilidad de superar los largos días de terror e inseguridad.
Finalmente, los dos protagonistas principales de la jornada -Andrés Manuel y Francisco García Cabeza de Vaca-, chocaron las manos y se pasearon por la explanada de la Plaza Juárez y por Palacio de Gobierno, con el ánimo de hacerle frente a los problemas del Estado.
López Obrador fue puntual, al decir lo que podemos esperar en Tamaulipas, de su gobierno. Por suerte, es lo que se necesita y las circunstancias exigen y es la misma tarea que empezó a realizar el mandatario estatal, actual desde su arribo.
Un tipo que suele ser tan claridoso y extrovertido en sus pensamientos, como Andrés Manuel, sin darle muchas vueltas habló de su afecto por Tamaulipas y de sus coincidencias con Cabeza de Vaca, sobre lo que hay que hacer para rescatarla de su tragedia. Ambos, el Gobernador y el Presidente, tienen algo en común: su arribo al poder fue punto de quiebre en sus respectivos espacios, porque el motor de su triunfo fueron los sufragios de una ciudadanía, harta de malos gobiernos y dispuesta a impulsar un cambio. No hay derecho a equivocaciones y eso parecen tenerlo claro ambos.
Ladys y lords
La última semana ha sido de intensa actividad, para quienes se ostentan como la cúpula de Morena, en Tamaulipas.
Quizás el exceso de chamba, después de tantos años de ostracismo y chambas menores, sea la razón por la que a algunos de esos personajes se les nota más nerviosos que de costumbre, con poca paciencia y muy malos modales.
Para muestra, los berrinches que ha protagonizado el senador Américo Villarreal, quien ayer volvió a pelearse con su compañera, la tampiqueña Guadalupe Covarrubias, porque a toda costa quería quitarle su lugar de anfitriona, en el mitin de la Laguna del Carpintero. Muy pronto se está mareando el doctor, con los cantos de las sirenas.
A López Obrador no debe haberle gustado el gesto, como tampoco vio con buenos ojos los carrazos de súper lujo, en los que llegaron algunos de sus fans colaboradores, que nomás no han entendido eso de la austeridad. Los audis y bmw’s de los tamaulipecos, no le gustan al Peje.