El presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, contó hace quince días que, gracias a él, en el nuevo tratado de comercio con Estados Unidos, se modificó de raíz el capítulo energético.
De gira por San Luis Potosí, el 5 de octubre, López Obrador dijo en un mitin que en Estados Unidos “querían que se aprobara un capítulo sobre energía así de grueso, en donde prácticamente nos quedábamos sin libertades ni soberanía. ¿Y saben cómo quedó ese capítulo que era un tratado así y que nos apergollaba? Bueno, quedó en dos pequeños párrafos. Y, ¿qué dicen esos párrafos? Que México es un país libre, independiente, soberano y que, de esa manera, México tiene en todo momento el derecho de manejar sus recursos naturales, su petróleo y su energía”.
Esa negociación incluyó, por supuesto, la participación de Jesús Seade, representante de AMLO en la mesa que discutió con Estados Unidos, luego del 1 de julio, en los últimos detalles del acuerdo, al que posteriormente se sumaría Canadá.
Si Donald Trump presume de ser un gran negociador, a cambio de qué Seade logró que Robert Lighthizer, representante de Washington, cambiara los términos energéticos de la propuesta estadounidense. ¿Qué ofreció México?
Aparejado al anuncio de AMLO, de que logró que el hoy T-MEC redujera sus alcances energéticos, el presidente electo declaró también que en nuestro país se prohibiría la técnica extractiva conocida como fracking (o fractura hidráulica), polémica por sus consecuencias ambientales.
Esta decisión ha sido cuestionada por, entre otros, Vicente Fox, que en su papel de cabildero de petroleros reclamó a AMLO la prohibición de una técnica que, de permitirse, nos acercaría, según él, a reservas comparables con un “nuevo Cantarell”.
Siguiendo esa línea, el especialista en energía David Shields publicó en Reforma (16/10/18) que el fracking “teórica y técnicamente sí” abriría la puerta a un nuevo Cantarell: “Las reservas de aceite en yacimientos no convencionales, accesibles sólo por fracking, son de 17 mil millones de barriles de aceite ligero de alto valor y equivalen a toda la producción acumulada por Cantarell, en su historia. Además, hay otro Cantarell de gas: 90 trillones de pies cúbicos de reservas, que cubrirían toda la demanda actual de gas, más otro 40 por ciento, durante 25 años, dándonos total independencia energética al sustituir importaciones”.
De nuevo es notable que, si para alentar el fracking, Trump lleva meses cancelando medidas ambientales tomadas por Obama en Estados Unidos, por qué ahora Estados Unidos no ha protestado por la cancelación del fracking en México, ¿le da igual el cierre de esa mina de oro donde durante décadas empresas estadounidenses han dominado y perfeccionado la técnica del fracking?
¿Será que los estadounidenses apuestan a seguir vendiendo su sobreproducción y a que ya llegará el día de que, de cualquier manera, les llamemos para pedirles asociarnos en tecnología para entrar por fin por los combustibles, que sólo se pueden extraer mediante fractura hidráulica? ¿O será que, a cambio de rebajar el capítulo energético, los negociados de EU solicitaron y obtuvieron algo que a Trump le importa tanto o más, que los negocios?
Y ese algo sería ni más ni menos que vender a sus electores, la idea de que México accedió a convertirse en un muro que detendrá a los migrantes centroamericanos, como esos que desde esta semana han comenzado a llegar a nuestra frontera sur y que de ahí no han pasado. Son preguntas que se irán respondiendo solas.