CIUDAD VICTORIA, Tamaulipas.- ¡Ah! ¡La capital cueruda! Hogar de 305 mil y pelos de habitantes que van de aquí para allÁ envueltos en sus carcasas motorizadas cruzando colonias y bulevares, avenidas y puentes día a día afanosos y apresurados, algunos en nave propia y otros en transporte colectivo de esos que en veces hay que bajarse a empujar y que en otras nos hacen sentir como si fuéramos enlatados.
Pero a veces la urgencia o la necesidad para quienes andan a patín es imperante y acuden a los servicios de aquellos caballeros que nacieron para mostrar su talento al volante. Nos referimos a los amigos taxistas
Como en cualquier universo y cualquier profesión hay elementos buenos y malos, pero a la hora de necesitar transporte hallar el auto con identificación y motivos amarillos es motivo de júbilo.
Ya sea en medio de un aguacero o a mitad de la noche, el taxi libre o en un lugar “de sitio” nos saca de la bronca.
En Ciudad Victoria existe una gran cantidad de rampas en los que los choferes hacen fila para esperar a sus pasajeros y llevarlos a sus destinos de manera rápida y segura.
El Caminante se dio a la tarea de entrevistar a los trabajadores de volante… y qué mejor lugar para echar la platicada que en el mero corazón de la ciudad: el 9 Hidalgo.
Todo un mini universo se desarrolla en los cien metros comprendidos en el 9 entre Hidalgo y Morelos: Sobre la acera de la plaza las integrantes de una asociación civil tratan de hacer conciencia a los transeúntes sobre el cáncer de mama en el día que conmemora la lucha contra el terrible mal. A mitad de la calle 8 “Toñito” le rasca la panza a su guitarra desafinada mientras “torea” los coches, al fondo el Dr Simi se contonea al ritmo del reggaetón y en la acerca del frente el famoso indigente apodado “El Gusano” realiza sus ejercicios matinales y de paso impregnando el ambiente con su conocida e inconfundible fragancia.
Reposando por unos momentos se encuentra Don Ramón en su Atos rojo acondicionado como taxi. Don Monche es uno de los afortunados que es dueño de su propia unidad.
Muchas veces al hablar de este oficio lo primero que se viene a la mente es la habilidad que se debe tener como taxista para conocer cada colonia, barrio, avenida o callejón de la mancha urbana, así como los atajos necesarios para llegar más pronto del punto ‘A’ al punto ‘B’.
Pero esto es sólo una pequeñísima parte de lo que se necesita para ser taxista pues para desempeñarse como tal es preciso saber de mecánica, un poco de inglés, técnicas de negociación y hasta artes marciales.
Don Ramón Castillo ya anda arañando los cuarenta años de dedicarse a la chafireada. No recuerda exactamente cuántos autos le ha tocado manejar, sólo recuerda que han sido “un chingo”. Hubo una época en que circulaban puros “lanchones” (cuando la gasolina estaba barata) hasta mini coches como el que conduce hoy. Y es que las refacciones cada vez son más caras (o de calidad inferior… chinas por supuesto). Amortiguadores, baleros, llantas, aceites, bujías y filtros diversos salen “en un ojo de la cara” y es por eso que mantener en óptimas condiciones la unidad es el gran reto en estos menesteres.
Don Ramón no tiene ningún problema para localizar cualquier sector de la capital pues, en sus propias palabras: “casi todas las colonias las he visto nacer”.
“Antes la ciudad era desde el panteón al 22 y de las últimas casitas de la Sosa a la de Carrera… de ahí pa’l real todo era mezquitales”.
Y agrega “lo malo es que hay colonias que están para llorar, incluso algunas del centro como la Obrera y la Mainero, los carros se chingan más pronto con tanto
bache, de nada sirve meterle miles de pesos a la unidad si a la vuelta de la esquina te va a tronar la suspensión en otro hoyo”.
¡Ah! Y si cae en un bache el primer afectado es el pasajero que se lleva un buen trancazo en la cabeza. “Luego los taxistas chavos ni se disculpan cuando pasa esto, incluso no se acomiden a ayudar a la gente a bajar su equipaje… nomás dicen ‘ahí te abro la cajuela’ pero no tienen esa atención”.
El oriundo del ejido Felipe Ángeles municipio de Villa de Casas cuenta que antes era más sencillo dedicarse a este jale pues se podían emplear hasta coches americanos. Ahora las reglas son más estrictas y ni modo, hay que seguirlas.
Un pasajero se acerca y pide viaje y Don Moncho aunque está recién operado de la columna ni tardo ni perezoso se apresta a cumplir con su trabajo, una ‘carrera’ más, pa’ sacar el día e irse a descansar.
Otro tema importante y del que poco se quiere hablar es de la seguridad… o mejor dicho, de la inseguridad.
Esto es algo con lo que Jorge ‘El Yorch’ Rodríguez ha lidiado en sus casi quince años al volante, el como muchos más que no cuentan con auto y concesión propia se emplean como choferes y prácticamente ha visto de todo: desde pasajeros que con tres cervezas encima se ponen pesados y quieren viaje “de gorra”, hasta aquellos que ejercen el galano arte de asaltar, “Hay que tener malicia pa’ este bisne, porque un tiene que aprender a ‘medir’ a los pasajeros, ha habido compañeros que se confían de más y terminan perdiendo su dinero y hasta el taxi en un asalto”.
El hombre cuenta que incluso le ha tocado la tristeza de despedir a compañeros que han fallecido a causa de un choque o en alguna situación violenta.
“Había un señor ya grande con el que platicaba mucho, aunque no jalabamos de la misma base pero nos juntábamos de vez en cuando a echar unas cheves, éramos buenos cuates, pero una vez de mañanita ahí donde era el Hollyday Inn un bato se pasó el alto… y el salió con el verde…. ¡Pum! Ahí quedó”.
“También a un tío mío con quien compartía un taxi… una mañana no se presentó a entregarme la unidad… pos…. Fue a dejar a una pareja a una colonia alejada, se estacionó en un lugar oscuro… le pusieron cuchillo enfrente y ahí perdio toda su ganancia del dia y hasta el coche le quitaron… al menos no le hicieron nada”.
Para colmo, también tienen que lidiar con policías y elementos que abusan de su autoridad y los tratan a todos como malandros y delincuentes. Pero aún con todas estas cosas en contra, el Yorch le tunde chido a la chamba y no se desanima. En estos días hay muchas carreras al recinto ferial, a la Torre Bicentenario, al complejo de seguridad estatal y sobre todo a la Central camionera.
Un joven se acerca y pregunta:
– ¿Cuánto a la feria compi?
– Barato, ochenta pesos carnal
– Chido – dice el transeúnte, y sigue su camino. A lo mejor se le hizo caro. Definitivamente los taxistas son sumamente necesarios para que la capital funcione. Es
verdad, muchos no gozan de buena reputación, pero cuando se es pasajero lo que uno siempre quiere es un chofer que se las sepa de todas ¡todas! Y que conozca la ciudad al dedillo con todo y baches y topes.
El Caminante se despide de la raza del Sitio del 9 Hidalgo, convencido de que entrarle a la chafireada no es un juego de niños. Parece fácil, pero es todo un reto extremo. Demasiada pata de perro por este día.