No me atrevería, ni lo haré, a asegurar que el problema de la inseguridad está resuelto en Tamaulipas, pero sí cometeré la osadía de defender los avances que se han tenido en conseguir la tranquilidad, que hace más de una década nos robaron, peor aún, desmentiré a aquellos que ‘extrañan al pasado’ y nos quieren pintar como los pobres tamaulipecos que no pueden vivir, que todo el tiempo estamos encerrados porque afuera llueven balas y corre sangre.
Así es, mis queridos boes, es cierto, hay ciudades de Tamaulipas donde los índices delictivos son mayores, pero apostaría a que ninguna de las grandes ciudades del Estado, se vive un toque de queda, el tránsito está restringido o la diversión están prohibidas.
Victoria, que de acuerdo a los conteos oficiales y de ONGs, es una de las que más problema tiene en inseguridad, no es hoy ni por asomo, la que era cuando gobernaba Eugenio Hernández Flores o Egidio Torre Cantú, insisto, sin decir que es el paraíso y, la prueba, es la Feria Tamaulipas 2018, que oficialmente terminó ayer.
Y es que resulta que los ‘pobrecitos’ victoreases y sus vecinos de la región, tuvieron 17 días de fiesta, sin que se presentara un solo problema que tuviera que ver con la delincuencia, recordemos que en los sexenios anteriores, más de una vez se suspendió, debido a que nadie estaba seguro.
Me tocó ir al centro de espectáculos, o palenque, en cuatro ocasiones, en tres (con los Tigres del Norte, Lalo Mora y Julión Álvarez) el lleno era total, unas 6 mil personas por show que salían del lugar entre 3 o 4 de la madrugada y muchos cruzaron la ciudad, para llegar a sus casas.
En el Teatro del Pueblo igual, miles de victoreases (muchos más que en el Palenque) cantaron y bailaron en conciertos que se terminaban en promedio, a la media noche.
En la Feria vimos al gobernador Francisco Javier García Cabeza de Vaca y su esposa Mariana Gómez de García, no una, por lo menos cinco veces, desde la ceremonia de inauguración, hasta paseando como cualquier ciudadano de a pie, trepados en los juegos mecánicos.
Ahí mismo anduvo la mayoría de los días, el alcalde Xico González Uresti, ‘moviendo el bote’ con las rolas de los Tigres, con Julión y demás artistas. Todos en paz.
Es cierto, a quienes extrañan ‘el cariño’ de los que se fueron, les resulta muy difícil reconocer los avances que en materia de seguridad y de percepción de la misma se han dado, pero reitero, que la Feria que ayer se terminó, es un síntoma inequívoco de que los resultados se están dando.
Mi reconocimiento no es solo para la autoridad, que cumpliendo con su obligación nos previó de seguridad en la Feria, sino para esos varios cientos de miles de ciudadanos que han decidido retomar su vida cotidiana y salir a divertirse, con precauciones, pero sin miedo.
Porque con los llenos en la Feria de este año, obligan a la autoridad a no bajar la guardia y a mantener la estrategia, para que el próximo año, la fiesta se repita e incluso se mejore.
El tache, reitero, es para aquellos que insisten en que todo está mal, aunque hayan sido testigos de la fiesta masiva de la Feria, como desde hace un año han visto la recuperación de la seguridad en las carreteras e insistan en que todo está mal.
Lo mejor, es que dado el éxito que desde el año pasado tuvo la Feria Tamaulipas, para el 2019 se ha planteado hacer tres ferias regionales, la de la capital, una en la frontera y otra en el sur, lo que coadyuvará a seguir rescatando el tejido social y, al mismo tiempo, a apoyar la economía de las regiones.
Porque también hay que decirlo, en la Feria que culminó, por primera vez vimos a buena parte de las empresas restauranteras locales participando, porque los ganaderos de la región terminaron satisfechos con los negocios que ahí se hicieron y porque decenas de emprendedores tuvieron un escaparate para sus productos.
La trinchera del norte…
En Estados Unidos no están jugando, cuando dicen que los hondureños de las caravanas que avanzan por el país, no van a cruzar su territorio y menos como lo hicieron con nuestra frontera sur: a puñetazos y pedradas.
Los gringos han atrincherado su frontera, al menos la que tienen con Tamaulipas, que es hacia donde apuntan las caravanas, con soldados y alambrados. Cuidan su seguridad interior, mientras en poses, creo yo populistas más que realistas, en México se les pasea de Veracruz a la CDMX, se les organizan colectas, se les ofrece
transporte y hasta trabajo.
Los gringos no han reparado, en que atrincherar la frontera los puede separar de los mexicanos que les mantenemos su economía local y, las autoridades mexicanas, tampoco han querido entender que con tantas atenciones, los que llegaron ya no se van a querer ir y, por el contrario, van a atraer más, no habrá ayuda que alcance.
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