De los saldos positivos que dejó la elección de julio pasado destaca por encima de cualquier otro la desaparición de buena parte del chiquitiaje, los mini partidos, reducto de oportunistas y trepadores que esta vez no obtuvieron ni el porcentaje mínimo de votos que la ley exige para sobrevivir.
Por eso hasta el momento sólo cinco partidos tienen asegurada su participación en la elección local del 2019: PAN, Morena y PRI, Verde Ecologista y Movimiento Ciudadano. Los demás están en la cuerda floja, como un reflejo de que los electores finalmente cayeron en la cuenta de lo caro y perjudicial que para esta incipiente democracia resulta este atajo de malandrines.
Entre todos, tal vez el caso mas patético lo representa el Partido Encuentro Social, un extraño colectivo de religiosos, empresarios y políticos chapulines que ahí encontraron un trampolín para sobrevivir aunque sea en la informalidad gracias a su muy criticada alianza con Morena.
Ninguna aportación han hecho a la vida democrática de Tamaulipas, mucho menos del país, por lo cual no habrá nadie que añore su presencia en el Congreso local a partir del próximo año. Sus representantes en San Lázaro, que llegaron ahí de la mano de López Obrador, pasarán a la historia como una anécdota más de las muchas que trae consigo la llamada “cuarta transformación”.
El otro partido al que nadie extrañará es a Nueva Alianza, cuya gris existencia se debe al poder que en algún momento supo sostener el gremio magisterial.
Hoy, la pulverización de su sindicato, más las ansias de venganzas de su creadora Elba Esther Gordillo, traicionada luego por sus dirigentes, hacen pensar que el PANAL es un negocio perdido para los profes que -eso sí- supieron exprimirlo muy bien durante el tiempo que duró.
El PRD, que alcanzó a brincar la tablita para aparecer en la boleta el próximo año, vivirá sus últimos años conectado a la respiración artificial que podría brindarle una alianza con Morena, pero claro eso dependerá de que sus mil y un tribus se pongan de acuerdo, luego de que los “Chuchos” le apostaron a tirarse a los brazos del PAN, con los resultados ya conocidos.
Movimiento Ciudadano y el Verde seguirán en lo suyo: el negociazo de las prerrogativas de partidos que son manejados como empresas familiares.
Pero, en esa dinámica de “sálvese quien pueda”, la pregunta que se repite con insistencia es qué va a hacer el PRI para no llegar a la extinción que muchos le auguran.
Su nueva dirigencia estatal no descarta una alianza que les permita sobrevivir a la peor crisis de su historia, y luego reagruparse de algún modo para el 2022. La pregunta es que quién querría ir en equipo con el tricolor.
La realidad es que tanto Morena como el PAN parecen más interesados en echar mano de los operadores políticos priístas que se quedaron sin sueldo y que, como eso de las convicciones no son lo suyo, no dudarán en dejar tirado a su amado partido.
Así pinta el panorama del 2019, una elección fundamental para el futuro político de Tamaulipas, a la que la mayoría de los partidos apenas aspirarán a cumplir con un papel testimonial, mientras el PAN y Morena se reparten el poder.