En mayo de 2014, Miguel Osorio Chong se apareció en Tamaulipas para poner en marcha lo que bautizó como la nueva Estrategia de Seguridad para Tamaulipas. El entonces Secretario de Gobernación anunció -con bombo y platillo, se diría entonces-, los tres ejes del plan para rescatar del terror a los tamaulipecos.
Esto prometió Osorio:
Desarticular en su composición y operación a las organizaciones delictivas que operan en Tamaulipas; sellar las rutas del tráfico ilícito de personas, sustancias, armas y dinero y garantizar instituciones locales de seguridad “suficientes, eficientes y confiables”.
Entre tanta euforia, se dijo entonces que la idea era concentrar esfuerzos en los cuatro infiernos tamaulipecos: la Frontera, con Reynosa, Río Bravo, Valle Hermoso y
Matamoros; la Costa que abarcaba Tampico, Madero y Altamira; el Centro, con Victoria y Llera, y el Sur, con Mante, Antiguo y Nuevo Morelos.
Ese día Chong, triunfal twitteó: El compromiso es uno: recuperar la tranquilidad y seguridad de todas las familias Tamaulipas.
Cinco años después, de las promesas que aquí hizo Osorio, nada cumplió.
Tras esa desafortunada visita que por el momento le ganó las primeras planas de la prensa local y nacional, el titular de Gobernación se esfumó, dejó de venir, molesto tal vez por el escepticismo que veía en los tamaulipecos cada vez que se asomaba por aquí con gestos de falsa preocupación.
El gobierno local de Egidio Torre Cantú se replegó ante los embates del hampa, algunas regiones vivían etapas intermitentes de paz, luego arreciaba la violencia y delitos como el secuestro, la extorsión y el homicidio estaban fuera de control. Las carreteras seguían siendo escenario de crímenes y asaltos contra cientos de tamaulipecos.
El nuevo gobierno que arrancó en el 2016 se comprometió a dedicar todos sus esfuerzos para devolverle la paz a los tamaulipecos. Se reorganizaron las policías y se afianzaron los mecanismos de coordinación con las fuerzas federales aunque se presentó un problema: el gobierno federal decidió jugar el juego de la avestruz y se esfumaba cada vez que las circunstancias se complicaban.
A Osorio evidentemente que Tamaulipas le valía…
Hasta ahora los logros obtenidos son importantes pero son producto del esfuerzo local. Osorio se metió en el intento fallido de ser candidato presidencial, se ocupó en dirimir sus broncas con sus adversarios y en armar una estrategia política donde muy al estilo oriental, las lealtades y los compromisos quedaron en el aire.
A pesar del abandono y la sordera del Gobierno Federal, aquí se ha ido restableciendo la seguridad.
Por lo menos las carreteras ya son más confiables, disminuyó la ola de secuestros y de asesinatos, pero es mucho lo que falta por hacer para salir de éste que es el peor problema que hayamos enfrentado los tamaulipecos.
El nuevo plan de seguridad presentado antier por Andrés Manuel López Obrador tendrá que demostrar que es un instrumento confiable para resolver lo que prometió con tanta vehemencia durante la campaña: pacificar el país, reconstruir el tejido social e institucional y reactivar la economía devastada por el acoso de la delincuencia.
Ya no es un problema de Tamaulipas, ni de algunos otros estados estigmatizados como territorios ingobernables. Pocas regiones del país están a salvo ahora de la embestida criminal, y lugares que eran remansos de paz, ya padecen el infierno que aquí vivimos desde hace más de una década.
Hay zonas oscuras y lagunas en el programa del nuevo gobierno pero más nos vale que empiece a dar resultados.
Pronto lo sabremos.