MÉXICO. Durante años, Pony, una orangután, pasó encadenada y obligada a tener relaciones sexuales con hombres que pagarían un par de libras por gozar de sus servicios, en un burdel de una comunidad de Borneo, en Indonesia, cerca de una granja de aceite de palma.
La orangután “prostituta” era depilada diariamente, maquillada e incluso era obligada a usar joyas y perfume para satisfacer a los hombres, generalmente trabajadores agrícolas, que visitaban el burdel y pagaban a su dueño para abusar del animal, demasiado pequeña para ellos.
Pony fue separada de su mamá cuando era una bebé para ser sometida a una vida de horror y esclavitud sexual: las depilaciones le provocaban irritación en la piel y llagas. Sobre un colchón sucio y con la cara maquillada, a la orangután se le enseñó cómo realizar actos sexuales.
Sin voz para quejarse y sin nadie que viera por ella, los abusos a Pony eran una fuente de dinero fácil y de suerte para sus dueños. Nadie sabe exactamente cuánto tiempo se obligó a Pony a trabajar como prostituta antes de que la liberaran de esa terrible vida.
Tras enterarse del perturbador caso, la Autoridad Central de Conservación y Recursos Naturales de Kalimantan (BKSDA), en colaboración con la Fundación BOS, organizó una larga investigación y un operativo de rescate para confiscar al orangután del burdel.
Renuentes a dejar ir al animal, que había sido una fuente de ingresos durante años, los aldeanos amenazaron con armas y cuchillos a quienes intentaban quitarles a Pony, por lo que 35 policías armados tuvieron que interferir para que los aldeanos entregaran al orangután.
Después de su rescate, Pony fue llevada a una nueva vida, sin embargo, adaptarse no fue tan fácil: recuperarse de la crueldad y el trauma sufridos en aquel recóndito burdel le costó más de 10 años.
“Cuando descubrí que estaba acostumbrada a la prostitución y no solo a una mascota, me horroricé”, dijo una de las personas involucradas en el rescate.
En un principio solo mujeres estaban a cargo de sus cuidados, pues Pony temía a los hombres, quienes solían frecuentarla como “clientes” en el burdel. Además, su cuerpo estaba en muy malas condiciones, con la piel infectada y llagas.
A pesar de los horrores vividos, Pony evolucionó. Sus cuidadores mencionaron que su resistencia era asombrosa y poco a poco logró superar el trauma. Su personalidad era de lo mejor y recobró la confianza en los hombres de manera rápida.
Debido a que fue separada de su madre muy temprano y que permaneció mucho tiempo en cautiverio, Pony no podría sobrevivir sola en la selva y nunca será liberada.
No obstante, 15 años después del infierno que vivió, tiene buena salud y vive en un recinto en el Centro de Rehabilitación Nyaru Menteng con otros siete orangutanes.
El tráfico ilegal de orangutanes es un tema importante en la zona, pues es una especie que se ve amenazada tanto por el mercado negro -donde son vendidos hasta por 10 mil libras (más de 260 mil pesos mexicanos)-, como por los estragos que los comercios de aceite de palma no sostenible está causando en su hábitat, la selva baja en Borneo y Sumatra, en el continente asiático.
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