En unos primeros cien días que se han vivido con intensidad segundo a segundo, con todos los frentes abiertos y ninguno cerrado y de la mano de un proyecto de transfiguración –y no de transformación–, el presidente López Obrador parece estar pensado muy adelante.
El regaño a sus colaboradores hace unos días reveló el estado de ánimo presidencial alterado porque nada se ha aterrizado, todo se ha retrasado en el pantano de la burocracia y la novatez y existe ya el temor de que llegue a su primer informe de gobierno en septiembre sin resultados y ya sin eficacia su discurso de culpar al pasado de los problemas del presente. Sin embargo, el modelo político de gobierno presidencial de López Obrador tiene la mira puesta en el largo plazo. José Agustín Ortiz Pinchetti, uno de sus principales asesores, corresponsable de la redacción de la Constitución Moral y ahora fiscal contra delitos electorales, ha corrido el velo en el texto “La oportunidad de una nueva Constitución” que parece que pasó desapercibido: explica qué quiso decir el presidente López Obrador en su discurso de aniversario de la Constitución el pasado 5 de febrero.
En su artículo del 10 de febrero pasado en La Jornada Ortiz Pinchetti toma dos críticos del parchado a la Constitución –Daniel Cosío Villegas y Diego Valadés– y dice que en efecto “existe la obligación urgente de meterle mano a la Constitución”. Y revela la estrategia de López Obrador de rehacer la Constitución:
“¿Cuál sería el momento apropiado? Sin duda no sería el actual, sino después de las elecciones intermedias de 2021. Se renovará entonces la Cámara de Diputados federal y se convocará a un referéndum para que se ratifique o revoque el nombramiento del presidente. La población decidirá a favor de la Cuarta Transformación o en contra, replegándose hacia una posición más conservadora. Si vota por AMLO/Morena podría convocarse a una Asamblea Constituyente que tendría tres vías: a) revisar el texto actual para eliminar sus inconsistencias y redundancias; b) reorganizar la Constitución para quitarle textos que deberían estar en leyes secundarias, como propone Valadés; c) o, redactar una nueva Constitución que incorpore las propuestas de la Cuarta Transformación y los principios históricos del Estado mexicano.
“¿En qué fecha podrían programarse los trabajos en cualquiera de estas líneas? Me gustaría que fuera el 5 de febrero de 2022. Una vez asimilado el resultado electoral del verano de 2021. Si el voto hubiera sido negativo habría que esperar otro momento histórico, quizás en 2024”.
El análisis de Ortiz Pinchetti acomoda todas las piezas del rompecabezas lopezobradorista, piezas sueltas por ineficacia, por ir paso a paso o por tratar de crear una sensación de desorden del sistema político actual.