La carretera es una enorme serpiente gris que toma mil formas entre acantilados y accidentados cortes hechos a la sierra, puentes y curvas pronunciadas.
La famosa “Rumbo Nuevo” es el camino que el Caminante ha tomado para conocer a un artesano que desde hace dos décadas ha creado un universo compuesto de madera, clavos y coloridos esmaltes.
Al frenar la motocicleta ruge cuando llega al kilómetro 22 de la referida carretera. Lo primero que se divisa es un paradero abandonado con evidentes señales de haber sido vandalizado en un pasado no muy lejano.
El Caminante pregunta en un rústico comedor por el artesano y para su buena suerte los anfitriones del lugar le confirman que el susodicho aún reside ahí, en El Huizachal.
Luego de simples pero un tanto confusas ‘señas’ le indican el rumbo a seguir, hasta topar en un portón amarillo, puerta de entrada a este sitio que combina la fantasía y una tradición que se niega a morir bajo el yugo de la era digital.
Es el hogar de Jaime Bocanegra experto en la fabricación de juguetes de madera y guardián de una muy mexicana tradición milenaria.
En la modesta pero cálida morada el ruido de los guajolotes y el cantar de los pájaros se combina con el silbido del viento en una sinfonía que pacifica el alma del mas angustiado visitante.
Sin embargo el ingenioso experto en geometría y armado se encuentra convaleciente a raíz de una cirugía recién practicada a uno de sus pies, pero recibe de buen ánimo al Caminante y rápidamente la plática se hace amena. Doña Tere, madre del artesano se muestra orgullosa de saber que su hijo será entrevistado.
Hace muchos años Jaime Bocanegra laboraba en una tienda, sin embargo al quedarse sin chamba no halló que hacer con tanto tiempo libre y se regresó al ejido. Se puso a pastorear chivas y otros trabajos propios de la zona rural. A la par, construía para su madre algunos enseres como mesas o triques de madera. Un dia se le ocurrió hacer un carrito con una segueta, una cuchilla y madera de desecho. “Yo aprendí solo, y aunque mucha gente me decía que fabricar juguetes no me iba a llevar a ningún lado yo nunca me desanime y en por lo contrario me metí de lleno en esto. Ahora ya tengo mas herramienta para trabajar mas a detalle” relata el artesano.
Un dia, personal del instituto de cultura del estado lo identificó y al notar su destreza en el manejo de la madera lo animaron a perseverar para pulir su talento ‘a pura prueba y error’. Con el tiempo logró que sus clientes lo recomendaran más adelante.
Con el cambio de los sexenios y a pesar de la enorme promoción y reconocimiento que el estado experimento gracias a sus artesanos la ayuda de las autoridades de cultura y turismo disminuyó.
Pero Jaime continuó en su arte. La cantidad de modelos de juguetes ha crecido exponencialmente.
Al entrar al taller un verdadero universo en miniatura se despliega ante los ojos del Caminante: desde carcachitas hasta barcos, maquinaria, aviones, motocicletas, casitas, carretas, trailers, roperos, matracas etc.
El nivel de detalle es impresionante. Por ejemplo, un camión materialista a escala incrementa su realismo pues los ‘blocks’ que carga fueron fabricados a base de yeso y complementan la imagen de manera admirable.
Pero contrario a la inmensidad del ingenio del artesano su lugar de trabajo esta comprendido en un espacio muy limitado: es una oscura y pequeña choza con techo de lámina y piso de tierra de tres metros de ancho por tres de largo. Sus herramientas aunque están mas modernizadas se tienen que apilan en las paredes o estanterías. Pinceles, brochas, sierras, martillos, cintas métricas, pegamento, pinturas, tornillos y alambre en impecable orden pero sinceramente ‘apretados’ en un lugar tan reducido.
Si Jaime recibiera ayuda para ampliar su área de trabajo y construir una bodega apropiada para almacenar los productos terminados su arte crecería de tal manera que podría ser admirado en muchos otros lugares llevando el nombre de nuestro estado aún mas alto. Sería un gran acierto para las autoridades de cultura y turismo apoyar a un “garbanzo de a libra” como este, que no solo perpetúa una tradición sino que demuestra que el ingenio y la capacidad del tamaulipeco es ilimitada.
Actualmente la cantidad de juguetes terminados es enorme pero la producción se encuentra detenida hasta que Jaime se recupere de su operación en el pie. Pero el hombre de 45 años no pierde de vista el objetivo de expandirse y colocar en una mayor cantidad sus juguetes que en muchos lugares podrían ser considerados verdaderas obras de arte popular. Sin embargo un área que Jaime no ha explorado es la venta en línea. Esta sería una excelente oportunidad para que alguna empresa dedicada al asesoramiento de pequeños empresarios en el e-comercio se acercara al artesano para introducirlo al comercio global a través de la web.
“Ahorita me da pena tener que rechazar chamba” dice Jaime al referirse a personas que quedan maravillados con sus creaciones y le solicitan fabricar no uno sino decenas de juguetes y artesanías, pero esto no hace que decaiga su ánimo.
El Caminante se encuentra tan a gusto en la quietud del ejido que batalla para levantarse y emprender el camino de retorno a Ciudad Victoria.
Doña Tere y Jaime lo despiden no sin antes invitarlo a volver pronto. El sol corona el cielo de la tarde y el calor no perdona. La motocicleta ruge nuevamente y empieza a devorar los 22 kilómetros de regreso a casa. Demasiada pata de perro por esta semana.