Una vez más, se confirmó lo que dicta la historia política: cada elección es distinta, cada proceso electoral es diferente.
A diferencia de lo que sucedió hace un año, cuando Morena se convirtió en un virtual fenómeno social al arrollar en las urnas federales y, en particular, en la contienda presidencial, en esta ocasión, con el Congreso del Estado en disputa, las cosas fueron totalmente opuestas.
El resultado 2019 en Tamaulipas: el PAN aplastó a Morena. El partido blanquiazul embistió a la causa lopezobradorista en tierras del Nuevo Santander. Acción Nacional atropelló con ‘carro completo’ (o casi, nomás el Distrito 11, con sede en Matamoros, registraba un virtual empate técnico) a las huestes morenistas, que ni chance tuvieron de anotar las placas.
En otras palabras, no es lo mismo que Andrés Manuel López Obrador aparezca en la boleta electoral a que su nombre no se encuentre anotado.
Tampoco es lo mismo ser el candidato opositor más carismático a la presidencia de la república en un contexto de repudio y rechazo a un gobierno peñanietista cuestionado, que ya ser presidente de México y enfrentar todos los días fuertes y ásperas críticas desde distintos frentes.
Mucho menos es lo mismo que un proceso electoral registre una participación ciudadana mayor al 60 por ciento que una elección con un nivel que ronda el 30 por ciento.
Como se sabía, como se pronosticó en varias ocasiones en esta columna, la elección 2019 por el Congreso de Tamaulipas sería una elección fría, de escasa participación ciudadana, reflejo de una sociedad pasiva.
Al ser un proceso electoral con una baja afluencia ciudadana a las urnas, las estructuras partidistas se convertirían en las protagonistas de la jornada de la votación.
En ese choque de estructuras, Acción Nacional, partido en el gobierno estatal, hizo lo que tenía que hacer: operó con eficiencia pragmática sus redes territoriales y recetó una tremenda tunda a Morena. Fue una contundente victoria azul por nocaut.
Los candidatos panistas de la zona sur, por ejemplo, realizaron campañas electorales de acuerdo al manual: recorridos diarios, reuniones con sectores empresariales, entrevistas en medios tradicionales, presencia constante en redes sociales, encuentros frecuentes con militantes y simpatizantes. Además, ‘el Día D’ no dejaron nada al azar.
Miguel Gómez Orta, candidato del PAN por el Distrito 18, nunca tuvo un adversario de peso enfrente. El aspirante morenista, cuyo nombre nadie recuerda, fue una broma, una caricatura.
Karla Mar, candidata panista por el Distrito que comprende el sur de Altamira y el norte de Ciudad Madero, hizo lo propio: comunicación efectiva, presencia territorial, activismo pleno. Además, jugó de local: el Distrito 19, como lo comentó, es su casa.
Joaquín Hernández Correa logró lo que parecía en inicio complicado: su reelección. Consiguió el objetivo porque todos los grupos azules lo respaldaron: Agustinos, Morados y la vieja escuela priista (Lupe González Galván en particular) que se sumó.
Mon Marón, por su parte, demostró que tiene un futuro brillante al arrasar en la zona norte de Tampico. Incluso, ganó 10 a 1 en la casilla de su contrincante morenista. La diferencia fue abismal.
Rosa María González nunca tuvo problemas en el Distrito 22, que abarca la zona sur del puerto jaibo. Prometió noquear a su rival morenista. Propinó un gancho de derecha y se acabó la batalla electoral.
El triunfo del PAN en Tamaulipas representa la victoria del gobernador Francisco García Cabeza de Vaca, dispuesto a jugar en los tiempos por venir en el escenario político nacional.
Las cuentas electorales que rinde a su partido son más que favorables en un contexto donde se busca contrarrestar el avance de la Cuarta Transformación que, no se debe olvidar ni dejar de lado, ayer ganó las gubernaturas de Puebla y Baja California. Es decir, Morena todavía trae cuerda en otros estados y otras regiones del país.
Aquí es donde surge una pregunta que, posteriormente, con más espacio y tiempo se responderá, pero que merece un adelanto: ¿Por qué perdió Morena en Tamaulipas?
La respuesta: Volvemos al manual político (ese no falla): partido político que llega dividido a una elección, pierde. Morena llegó al 2 de junio con una profunda división y, por consecuencia, perdió de manera estrepitosa.
¿Quién es el responsable de la debacle de Morena en tierras tamaulipecas? Tiene nombre y apellido: Yeidckol Polevnsky. Ella designó muy malos candidatos -no todos, pero sí la gran mayoría- a las diputaciones locales y el efecto fue devastador en las urnas.
El mejor ejemplo de los errores de Yeidckol se registró en el Distrito 20: Bertha Sánchez fue rechazada por la militancia. Si el candidato a diputado local hubiera sido el empresario Marco Cortés, otra historia se hubiera contado. En fin.
En resumen, el PAN se lleva carro completo, el blanquiazul demostró que la 4T puede ser derrotada con marcada diferencia en las urnas… y Cabeza de Vaca está listo para irrumpir en el escenario nacional.