Por fin, los hombres y las mujeres que toman decisiones políticas, se pusieron de acuerdo y legislaron en favor de las mujeres, va la paridad al cien en todo el país, a iniciativa y lucha de muchas mujeres que desde el activismo colectivo, social y político, insistieron en alcanzar la igualdad de oportunidades para toda la ciudadanía, (por cierto también se legisló sobre el lenguaje sexista, así ya no aplica más el ciudadano y ciudadana o el diputado y diputada, en otros modismos arcaicos).
El techo de cristal se ha roto al cien, para alcanzar no solo puestos de elección popular, sino de dirección o titularidad en cargos públicos administrativos, en todos los niveles y en todos los poderes, ya no habrá quién nos pare ¿O sí?
Hace una década mujeres feministas y activistas por los derechos humanos de las féminas discutían sobre el techo de cristal, se referían metafóricamente al hecho de que la mujer profesional, trabajadora y exitosa logra escalar muchos puestos, pero al final existía esa barrera casi invisible, que no podía romper, y por ser mujer no merecía cargos de primer nivel. Ahora por decreto esa barrera se ha eliminado, sin embargo falta mucho para ver si se logra consolidar la igualdad sustantiva, porque todo depende del cristal con que se mira.
A las mujeres se nos han inventado otro verbo “el suelo pegajoso” ahora a nivel global en foros y debates sobre equidad de género ponderan que somos las féminas las que no logramos despegar del piso, que nos arraigan las culturas, ideologías, costumbres y tradiciones de ser formadoras del hogar, cuidadoras de enfermos y adultos mayores en casa, cuidadoras de los niños, administradoras de la casa, cocineras, psicólogas, enfermeras, educadoras, intendentes y soporte del hogar.
Entonces, ocurre que a donde sea que vayamos llevamos a cuestas la cocina, la lista del super, las necesidades escolares de los niños, los pagos de la casa, de medicinas y enseres para limpiar. Pasa que estando en una reunión formal profesional hay que atender el teléfono para solucionar cualquier asunto doméstico, por frívolo que parezca.
Traemos en la oficina las zapatillas bien puestas o en el campo la bota minera bien calzada para aguantar el jornal, pero hay que pensar que va a comer la familia y que va a pasar si no alcanza el gasto para el hogar.
Y aparte de la doble jornada, el trabajo y la casa, las mujeres traemos doble personalidad, con la culpabilidad a todo lo que da, porque de corazón queremos estar con el familiar enfermo, pero la obligación nos lleva a salir de casa para ir al trabajo, donde si pagan.
Es el suelo pegajoso, la realidad por la que las muchas mujeres, muchas veces no pueden dejar la esfera de lo privado y domestico para trascender a espacios públicos y laborales. Estudios recientes del INEGI indican que las mujeres dedican cerca de 30 horas a la semana a cuidar de otras personas y al trabajo doméstico, al mismo tiempo que cumplen con las horas laborales de oficina.
El trato salarial diferenciado entre mujeres y hombres, es otra historia.
En boca cerrada
En defensa de las madres trabajadoras y niños de estancias infantiles de Tamaulipas, el legislativo estatal presentó un exhorto para que las oficinas de Hacienda y Bienestar nacional, además de la Cámara del Congreso de la Unión, respondan con pleno respeto al interés de la niñez y los derechos humanos, y reasignen asignen más recursos que garanticen la óptima operación de las estancias infantiles del estado.
El programa de estancias infantiles para apoyar a madres trabajadora aprobado para 2019 es de 6 mil 897 millones 735 mil 667 pesos, que representa la mitad de lo asignado en el 2018. Esta reducción es una agrave afectación a los derechos de las madres trabajadoras y de los menores que asisten a estas estancias.