Por Homero Hinojosa
Los rostros tristes, fúnebres, no podían ocultarse en las sedes de los comités nacionales del PRI, PAN y PRD el domingo. Lo que se respiraba en esos espacios era desánimo, sorpresa y negación para aceptar la realidad que estaba ocurriendo frente a los resultados tempranos del PREP.
Ciertamente no hubo carro completo en las elecciones del 2 de junio —en Tamaulipas el ganador fue el PAN—, pero el partido Morena demostró que a nivel nacional está creciendo como la opción electoral número uno en México y esto fortalece al presidente actual, Andrés Manuel López Obrador.
Morena tiene apenas cinco años de haber nacido luego de que un grupo de centro-izquierdistas decidieron dejar el PRD, acordaron forjar su propio camino político e ideológico y seguir a un hombre que prometía una cuarta transformación para México.
En este proceso, miles de priísitas se les han unido, tanto así que el partido del “Peje” aparece hoy para muchos como un “viejo PRI recargado”.
Este año Morena gobernará ya siete estados: Baja California, Chiapas, Puebla, Tabasco, Morelos, Veracruz y la Ciudad de México.
Además de controlar la Presidencia, el partido mantiene una mayoría absoluta en las dos Cámaras del Congreso de la Unión, la de Diputados y la de Senadores. Además, su influencia a nivel de alcaldías es notoria, sobre todo en la parte centro-sur del País.
El movimiento de López Obrador mantiene una estrategia de hacer crecer sus comités regionales y los órganos autónomos. Esto también le ha dado un espacio de fortalecimiento, influencia y acción lo cual ha sido secundado por el esquema de super-delegados en los 32 diferentes estados del País.
En lo que respecta a la Oposición, las derrotas de hace unos días representa para el PAN nacional un asunto que merece una lectura más detallada y ser tomado en cuenta con mayor seriedad. Los albiazules se mantienen como una segunda fuerza política que podría servir de contrapeso a la ola morenista (el caso del triunfo panista en Tamaulipas es un buen ejemplo).
Por otro lado, los otros dos partidos mexicanos de relevancia quedaron virtualmente “ninguneados”, el PRI y el PRD. El tricolor se mantiene con un poco de vida gracias a sus victorias en pasadas elecciones, pero no se vislumbra cómo pueda conservar varias de las gubernaturas que tiene. El mensaje a nivel nacional fue claro para el PRI y los votantes lo manifestaron en las urnas: O empieza una serie transformación y reestructuración interna o quedará pulverizado y convertido en una minoría.
Lo que sucede a nivel nacional con la expansión del movimiento de Morena invita a una seria reflexión. Es de reconocerse la influencia que ha tenido en votantes insatisfechos con la vieja fórmula del PRIAN y algunos más decepcionados con el PRD, un partido que viene arrastrando una gran fragmentación, pugnas intensas y que se volvió muy conflictivo en su interior.
A esta insatisfacción con la ahora Oposición (PRI, PAN y PRD) se suma además una gran condena popular contra lo que han heredado nuestros anteriores gobernantes y que se traduce en corrupción, robo masivo e impunidad. Todo esto ha provocado un exponencial crecimiento de simpatizantes de Morena, un partido que supo aprovechar el “timing” político y ha prometido un cambio profundo. En este último punto el gobierno morenista se lanzó para por fin dar entrada a la investigaciones ligadas al Caso Odebrecht (por coincidencia, operación iniciada unos días antes de las elecciones).
Es de reconocerse la labor prosiletista de Morena y también de que en México el ciudadano pueda votar por quien crea y le convenza. La democracia se finca precisamente en esta libertad de decidir a la hora de votar y en una diversidad de opciones políticas en las urnas.
Por el bien de México necesitamos que exista un sistema multipartidista, con una sana rotación de gobernantes. En este sentido urge que nuestros partidos políticos volteen más a ver a sus seguidores (los que quedan) y piensen en nuevas fórmulas de acción política que sean atractivas, sobre todo para aquellos mexicanos que ya adquirieron licencia para votar y aquéllos que la tendrán dentro de un par de años.