Desde hace unos meses crecen las inquietudes de los productores rurales. Saltó primero el asunto de la distribución de fertilizantes en el estado de Guerrero. Hace 24 años se inició su entrega gratuita en cantidades suficientes para el cultivo de una a tres hectáreas de maíz para el autoconsumo de las familias campesinas de una de las regiones más pobres del país.
Sin el fertilizante aplicado oportunamente la cosecha se pierde. Tiene que ser con las lluvias y no después. Si no es así las consecuencias pueden llegar a la hambruna regional, la emigración temporal o definitiva de decenas de miles, y un descontento que puede expresarse de múltiples maneras en una zona brava.
La distribución del fertilizante en Guerrero es una transferencia social indispensable. Pero también tiene su lado oscuro. En manos de los municipios la manipulación del padrón de beneficiarios fue caldo de corrupción y de control político.
Al tomar en sus manos el reparto de fertilizantes el gobierno federal ha enfrentado una tarea que lo ha rebasado en una proporción que tomará un tiempo conocer. No es tan solo haber distribuido los cupones a los 233 mil beneficiarios de un padrón original, al parecer muy inflado, que para los municipios era de 400 mil. Falta saber que tantos consiguieron trasladarlo a sus parcelas antes de las lluvias y aplicarlo a tiempo.
El coordinador del programa federal de fertilizantes Jorge Gage Francois señaló que las experiencias buenas, y sobre todo las malas, dan lecciones sobre la complejidad de la tarea que serán aplicables a otras entidades. Bien dicho, en la medida en que se asume la necesidad de aprender y estar mejor preparados… para la próxima.
Pero existe en el campo un problema mucho mayor, es de orden nacional y no se le reconoce en su real magnitud. Esta semana centenares de productores agropecuarios hicieron bloqueos intermitentes en docenas de carreteras, casetas de cobro y otros puntos de 14 estados. Paradójicamente gran parte de los movilizados simpatizan con Morena y sus demandas se expresan también por legisladores de ese partido.
José Narro Céspedes y Eraclio Rodríguez Gómez son, el primero senador y el segundo diputado, y cada uno presidente de comisiones legislativas encargadas de asuntos del campo en sus respectivas cámaras. Ambos reclaman que tras un fuerte recorte de recursos ahora se retiene el presupuesto asignado al campo. Hay un rezago del gasto del orden de 8 mil millones de pesos en la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural –SADER.
José Narro apunta a que existe un desmantelamiento de las instituciones que tienen que ver con el campo por pérdida de personal operativo en tanto que SADER pierde capacidad para impulsar la producción y únicamente aplica políticas asistenciales. Eraclio Rodríguez recalcó que la retención de recursos pone en riesgo la comercialización de maíz, trigo, sorgo, soya, algodón y otros productos.
Ahora numerosas organizaciones rurales han convocado a una concentración el próximo 22 de julio en la CDMX para entregar una carta en Palacio Nacional buscando un dialogo respetuoso y propositivo con el Presidente Andrés Manuel López Obrador.
En su convocatoria reconocen como un acto de justicia social positivo canalizar subsidios y apoyos a los campesinos e indígenas minifundistas más pobres del país, de manera directa y sin intermediarios. Aclaran que ellos, las organizaciones, no se proponen como intermediarios en la distribución de apoyos.
Piden que haya inversión productiva, recuperar el mercado interno, rescatar la soberanía alimentaria, fortalecer la economía social y el bienestar rural. Señalan que transformar el campo requiere la participación de todos, individuos, grupos, instituciones y organizaciones campesinas.
Al igual que la distribución de fertilizantes en Guerrero, el cambio en la operación de los programas rurales presenta problemas que deben reconocerse y corregirse. Con dialogo. Sobre todo, porque a nivel nacional se heredan décadas de abandono y destrucción rural. Y porque en el nivel gubernamental era conocido que el fuerte gasto público en desarrollo rural tenía muy bajo impacto positivo.
Hay mucho por avanzar. Para empezar, hay que evitar un distanciamiento entre este gobierno y su base social rural.
Uno de los asuntos a resolver es la contradicción naciente entre gasto productivo y asistencial. Aumentar el segundo es un acto de justicia social; pero quitarle al primero pone en riesgo parte de lo ya construido y obstruir el avance a la autosuficiencia alimentaria. La respuesta se encuentra en implementar soluciones novedosas.
El gasto asistencial, las transferencias sociales, pueden ser un motor de la rentabilidad y la inversión productiva si se garantiza que el incremento del consumo se amarre a la producción interna en forma solidaria. Esto requiere mayores capacidades institucionales y la organización de productores y consumidores.
En un plano superior será necesario cuestionar si los apoyos puntuales a productores individuales pueden seguir haciendo frente a las condiciones del mercado. O si, por lo contrario, hay que regular el mercado.
No se podrá levantar al conjunto de la producción agropecuaria y conseguir la prometida autosuficiencia alimentaria a partir de gasto público en un mercado adverso. Ni siquiera la agricultura comercial dejada a su suerte podría competir con la producción altamente subsidiada de los Estados Unidos. No en un mercado abierto, no con esta paridad cambiaria.
Un tercer pilar de un mercado que funcione para todos será ampliar la influencia de los precios de garantía a todos los productores de todo el país. CONASUPO nunca compró más del diez por ciento de la cosecha de trigo; pero la posibilidad de venderle lograba que los productores obtuvieran un mejor precio de los compradores privados.
Soy optimista y creo que pronto habrá un buen dialogo entre productores agropecuarios y el gobierno federal. Lo pienso porque hace apenas unos días se negaba el desabasto en el sistema de salud casi como conspiración de adversarios; hasta que AMLO hizo una gira por hospitales del sureste y pasó a denunciar el fuerte rezago heredado en infraestructura, equipos y personal médico.
Hay que pasar de la celebración prematura a reconocer que los problemas existentes son enormes y que apenas estamos empezando a reconocerlos en toda su magnitud.