Los países no miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU requieren de cuando menos de tres necesidades: autonomía relativa de su política exterior respecto de la seguridad nacional de los EE. UU., decisión para enfrentar los intereses imperiales de la Casa Blanca y fortaleza para resistir las presiones de Washington.
Hasta ahora, ninguna de esas tres condiciones existe en México. Peor aún, como se vio en la crisis migración-aranceles, México abjuró de su política exterior nacionalista y tuvo que subordinar su política migratoria nacional a los intereses de contención de migrantes centro y sudamericanos para evitar su irrupción en territorio estadunidense sin pasar por los controles migratorios legales.
Y a ello se agrega la carencia de una política exterior y una estrategia de seguridad nacional geopolítica del presidente López Obrador, su decisión de descentralizar esa agenda diplomática al canciller Marcelo Ebrard Casaubón y la falta de principios de política exterior del secretario de Relaciones Exteriores.
En este contexto resulta inexplicable la decisión de México de buscar un asiento en el Consejo de Seguridad de la ONU, a menos que el canciller Ebrard sea un peón adicional de los intereses geopolíticos estadunidenses como una forma de ganar puntos ante Trump. Y el asunto se complica más cuando el representante permanente de México en la ONU, Juan Ramón de la Fuente, no tiene experiencia en las negociaciones diplomáticas con las grandes potencias, tampoco ha destacado por tener un enfoque geopolítico de seguridad nacional en el escenario internacional y menos aún México tiene una agenda geopolítica definida.
En 2003 México era miembro no permanente del Consejo de Seguridad y presidía este organismo y estuvo a punto de no pasar la prueba diplomática. El embajador Adolfo Aguilar Zinser se opuso a la decisión del presidente Bush Jr. de invadir Irak con el apoyo de la ONU para destronar a Sadam Hussein e imponer la democracia estadunidense.
Las pruebas de Bush Jr. en el sentido de que Hussein estaba construyendo una bomba atómica no convencieron la ONU. Aquellas famosas 16 palabras de Bush Jr. de que la inteligencia del gobierno británico de Tony Blair había descubierto que Hussein había comprado tubos de aluminio en Africa para la bomba fueron una de las mentiras mas grandes de la Casa Blanca. Aguilar Zinser, pese a los miedos del presidente Fox, había negociado un no de la ONU a Bush Jr. Fox se salvó de la decisión porque Bush Jr. decidió invadir Irak sin el consentimiento de la ONU.
Para eludir la presión estadunidense, Fox inventó una molestia en la columna vertebral y una supuesta operación que lo llevó a delegar por horas los poderes presidenciales en el secretario de Gobernación. De la Casa Blanca habían llegado amenazas de que Washington manipularía el Tratado de Comercio Libre para imponer represalias comerciales si Fox en la ONU no apoyaba a Bush Jr.
El presidente Trump ha demostrado ser más atrabancado en el chantaje contra México. La amenaza de imponer aranceles de castigo si México no paraba en seco la migración centroamericana hacia los EE. UU. y si no aceptaba recibir a deportados fue una de las más importantes derrotas de los principios de autonomía de la política exterior nacionalista mexicana. Pero el mensaje más grave quedó muy claro: México carece de autonomía, nacionalismo y fuerza para contener las presiones geopolíticas de la Casa Blanca.
El Consejo de Seguridad de la ONU tiene facultades para administrar las guerras internacionales, sobre todo las de los EE. UU. Y hasta ahora Trump quisiera guerras contra Irán, Corea del Norte, Venezuela, tiene presencia militar en Irak, Afganistán, Libia y Pakistán, combate militarmente a Al Qaeda con acciones que tensan el terrorismo internacional. Y la Casa Blanca tiene arrinconado a México con el TCL 2.0, la migración que liquidó la política exterior mexicana y viene con presiones por las organizaciones criminales transnacionales que operan en México y en los EE. UU. Es decir, México carece de autonomía diplomática ante los EE. UU. y los EE. UU son el principal promotor de las guerras internacionales que desgastan la diplomacia en el Consejo de Seguridad de la ONU.
Si México entra en ese organismo, entonces será para votar a favor de los intereses internacionales estadunidenses y no de la paz. La forma en que Ebrard se sometió a las voluntades de Trump y de su secretario de Estado, Mike Pompeo, para aplicar una política migratoria humillante para las tradiciones diplomáticas mexicanas sería el indicio de que el puesto de México estaría al servicio de la Casa Blanca.
Sin experiencia diplomática, sin haber pasado por los pasillos de las negociaciones perversas y las intrigas internacionales de la ONU, sin haber negociado posiciones de poder con los representantes permanentes de los EE. UU., Rusia y China en guerra permanente por la hegemonía mundial, y con un canciller mexicano subordinado a Trump-Pompeo, el embajador mexicano Juan Ramón de la Fuente será un charal en un estanque de tiburones.
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Política para dummies: Como escribió Foucault ajustando a Clausewitz, la política es la continuación de la guerra por otros medios.
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@carlosramirezh