México nunca llevará un astronauta a la Luna. Ni siquiera mandará un cohete a nuestro satélite natural, como lo hará la India en estos días. Esto puede no importar mucho para un país de nuestro nivel de desarrollo, porque hay muchas cosas más relevantes que debe atender el Estado mexicano.
Lo malo es cuánto dice de nuestra incapacidad para imaginar y ejecutar grandes proyectos. Por esa incapacidad, difícilmente volveremos a hacer una obra pública importante, como un gran aeropuerto en la Ciudad de México o crear una institución pública de primer nivel, como una policía nacional respetada por todos gracias a su buen funcionamiento.
México siempre ha vivido bajo el calendario sexenal, ciclo de vida corto, que obliga a rehacer el país cada seis años con las ocurrencias del presidente en turno. Con todo, en el pasado se lograron obras de alcance transexenal. El drenaje profundo, sin el cual la CDMX viviría ahogada cada temporada de lluvias, fue iniciado por Díaz Ordaz en 1967 y terminado por Echeverría en 1975. El nuevo Túnel Emisor Oriente tomará también más de un sexenio: se inició con Calderón en 2008 y probablemente será terminado este año.
Las grandes instituciones públicas del país, con todos sus vicios y problemas, existen porque cada presidente no se proponía iniciar todo desde cero. Tenía sus proyectos consentidos, pero no cancelaba las obras e instituciones ya en marcha.
AMLO ha dejado claro que piensa distinto. Está tratando de destruir lo más posible los programas de los últimos 30 años. ¿El aeropuerto de Texcoco tenía problemas? Muchos, pero con la información disponible resultaba más rentable para el país continuarlo que empezar desde cero. ¿Había corrupción en la Policía Federal? Mucha, en parte por el abandono que sufrió en el sexenio anterior. Pero si la corrupción es justificación para aniquilar un programa de gobierno, habría que cerrarlo todo. Aquella institución que esté libre de pecado, ¡que tire la primera piedra!
El reto lanzado por el presidente Kennedy en mayo de 1961 ante el Congreso de su país de poner un astronauta en la Luna y traerlo de regreso a la Tierra fue alcanzable porque construyó un acuerdo político nacional para lograrlo. En sus palabras, “ en un sentido muy real, no será un hombre yendo a la Luna, (…) será toda una nación”. Su país vivió la satisfacción de aterrizar en la Luna.
Un país capaz de aprovechar bien sus recursos lo puede lograr casi todo. Nuevamente en palabras de Kennedy: “Creo que poseemos todos los recursos y talentos necesarios. Pero el hecho es que nunca hemos tomado las decisiones nacionales o reunido los recursos nacionales que se requieren para esa dirección”.
AMLO tiene el liderazgo necesario para movilizar los muchos recursos del país para resolver algunos de sus graves problemas. Podría enfrentar el de la inseguridad si movilizara adecuadamente las fuerzas y los recursos necesarios. Tenía el liderazgo para continuar con el mejor aeropuerto de América Latina. Pero no piensa así. Para él lo importante son sus proyectos. Como sabe que en el siguiente sexenio se los pueden tumbar (él ya puso el ejemplo), los quiere concluir pronto. Pretende terminar el Tren Maya en cuatro años, la refinería en Dos Bocas, en tres, y el aeropuerto de Santa Lucía, en dos y medio.
Una gran acción exige una gran planeación. Requiere creer que la ciencia y la tecnología deben ser puestas al servicio de ese objetivo. Requiere convencer a quienes no piensan como el presidente de la necesidad de mover al país en esa dirección. Requiere reconocer lo que sí está funcionando en el país para no perder recursos en batallas poco productivas. Requiere un líder que convoque a la unidad nacional, no que polarice.
Al paso que vamos, no sólo no llegaremos a la Luna. El riesgo de este sexenio puede estar en haber destruido buena parte de lo heredado y construido muy poco por las prisas y la improvisación con que se mueve el gobierno.