* El columnista es Premio Nacional de Periodismo 2016, autor de las novelas “Erase un periodista” y “Rinconada, la historia prohibida del maestro Ricardo” y del libro de cuentos, “Por acá dejó su alma”.
Se polariza y apasiona el tema relativo al papel que han de desempeñar los medios de comunicación en el proceso de transformación que vive la república.
En este sentido, diversos son los aspectos que reavivan la polémica con repercusión directa en las conferencias mañaneras de AMLO, en Palacio Nacional.
Eventos convertidos en escaparate de intereses que florecen ante la menor provocación, donde toca a López Obrador enfrentar a quienes sostienen diferencias con su proyecto de gobierno, enalteciendo por su parte, ¿y por qué no?, ejemplos de conveniencia estratégica para ubicar el interés republicano, sobre el privado y personal de quienes defienden (hasta con insoportables actitudes), el pasado inmediato de corrupción y saqueo.
Es decir, a medios cuyos representantes se aferran al anterior sistema, único que quizá conozcan algunos de ellos, que por el oficio que desempeñan, no tienen derecho a pecar de ingenuos, respecto del comportamiento periodístico en la antidemocracia e injusticia social.
Algunos de los temas del encuentro cotidiano, (o desencuentro en algunos casos), donde también asiste el gran público mexica por efectos de la bendita tecnología, están relacionados con el manejo informativo en el nuevo régimen:
¿Debe ser militante?, ¿de interés privado?, ¿objetivo?, ¿subjetivo con alta carga política?, ¿acorde a la vieja tradición de que el periodista debe actuar como agente de cambio social?.
Es una polémica interesante, considerando que la costumbre del poder desactivó desde mediados del siglo anterior, el juicio público de los medios de comunicación y sus agentes.
Costumbre fue, la entrega total al oficialismo a partir del “desarrollo estabilizador”, creándose grupos de influencia en los que cabían empresarios con acceso a los grandes negocios, e “informadores” que se colocaban al lado del partido institucional y sus mascaradas democráticas y populacheras.
Muchas riquezas se crearon desde entonces. Y ni modo que sea invento.
Tiempos de complicidad oculta (y a veces no tanto), y “tapadismo” o “sobres lacrados” conteniendo nombres de los afortunados a cargos públicos de todo nivel, que simbolizaban el subdesarrollo político, a conveniencia del sistema floreciente de la simulación.
En tanto los problemas del país crecían teniendo como destinatarios a los marginados, multiplicados de manera geométrica ante el instinto ineludible de la procreación, bajo la esperanza de tiempos mejores.
En este escenario, ha sido esporádica la rebeldía informativa frente al poder. Y muchos de los que la ejercieron, incluso conforme a la ley, o terminaron en la cárcel o fueron desaparecidos, por el peligro que significaban al convertirse en activistas sociales.
DERECHO DE RÉPLICA
Es pública la confrontación casi diaria, de López Obrador con ciertos medios, como Proceso, Reforma, El Financiero y algunos otros de innegable influencia e intereses definidos.
Por supuesto, es un sano ejercicio que arroja verdades y define tendencias políticas y económicas, donde el presidente de México utiliza el derecho de réplica sin más limitación que su verdad, avalada por la responsabilidad que lleva a cuestas y desde luego, por la confianza de los millones que lo apoyan y refrendan la esperanza de que México cambie para bien, desmintiendo las malsanas expectativas de quienes apuestan al fracaso de la Cuarta Transformación.
El diálogo en “las mañaneras” de Palacio Nacional, se realiza sin intermediarios, bajo el imperio de la democracia real, (no “dirigida” como sucedía durante el neoliberalismo), donde la palabra no tiene fronteras al tiempo que los razonamientos son de ida y vuelta.
Aunque en ocasiones las provocaciones sean evidentes, como el caso de Jorge Ramos, quien sin el menor respeto a la institución presidencial, actuó con inexplicable grosería en un ambiente de cordialidad y fraternidad periodística.
No era necesaria tamaña agresión, pero sucedió porque la democracia permite los excesos antes que las limitaciones. Primero libertad a la palabra, después lo demás.
Por otra parte, el oficio periodístico se encuentra condicionado por las circunstancias y requiere ser revalorado. Y con mayor razón, desde que los medios de comunicación, (no todos afortunadamente), dejaron de ser referencia de interés público para convertirse en privado.
Es decir de carácter empresarial.
Aquí cabe la máxima de que los periódicos deben ser hechos por periodistas y punto.
Y en general, digo yo, los medios de comunicación deben servir a la comunidad porque de ahí toman su valor y legitimidad.
Hacer lo contrario es dar la espalda a una realidad que solo tiene sentido cuando su protagonista principal es la mayoría.
SUCEDE QUE
Noticia sobresaliente es que el museo de insectos de la UAT es de los más importantes del mundo…aplausos.
Y hasta la próxima.