En algún momento que no he
encontrado la evidencia, dentro
del Partido Revolucionario
Institucional (PRI) se acuñó como
una filosofía la “institucionalidad”
del priista, que a su vez también es su
más añeja narrativa que los identifica
desde finales de la década de los 70´s.
Ahogado en una seria crisis existencial –
que no es la peor que ha vivido-, ningún
cambio en las dirigencias nacional o
locales podrán hacer frente sin uno muy
sustancial para sus afiliados: le urge al
PRI una narrativa potente.
Está en el ADN priista ser gobierno
y ser institucional; mientras en su
psique es pensar “¡Gánale al PRI!”.
La combinación de ambos resulta una
fuerte mezcla que los lleva a la pasividad
política. Es por ello que cuando les
toca ser oposición, no solo del gobierno
en turno, sino incluso hasta quedarse
del lado del grupo opositor dentro del
mismo partido, sus voces son acalladas
por el mismo código genético partidista
del gen de la institucionalidad; sí de
pronto algunas neuronas pretendieran
manifestarse en contra, surge esa vocecita
al interior que le recuerda que nunca se le
podrá ganar al PRI o a sus líderes.
Hay que recordar que por definición
son totalmente opuestos revolución e institucional. No se puede ser o
pensar como revolucionario con
institucionalidad. Quién sea el ideólogo
creador del nombre del partido, no
supo que estaría marcando la suerte
del priismo en una época que ya no son
hegemónicos todopoderosos.
Hay dirigencias que confunden la
comunicación política con la política,
partiendo de ahí, menos comprenderán
que urge generar una narrativa de
partido que dé respuesta al electorado
contemporáneo y que sea la esencia
anímica del priista. Para explicarles a
esos confundidos, México ha preservado
una narrativa imagológica de indígena,
sumiso o incluso hasta mediocre ¿Qué
idea es lo primero que viene a la mente
la imagen de un indígena con zarape,
más un sombrerón de paja, sentado
a un lado de un cactus? Exacto, esa
es la única narrativa que el país tiene
posicionada, un concepto que aturde
a mi maestra Gaby de la Riva, la más
experta en antropología social de
latinoamérica.
Mientras los priistas son
“institucionales” ¿Qué idea es lo
primero que viene a la mente del
electorado sobre la imagen del PRI?
Exacto, corrupción. Cuando he
entrenado candidatos priistas deberían
verse cómo les cambia la cara cuando
les fustigo ¡Eres un corrupto! Claro,
su institucionalidad que los lleva a la
pasividad política, sumado al poco
entrenamiento de imagen, no saben
rebatirlo.
Por ello es vital que con los cambios
en las dirigencias priistas se genere un
grupo multidisciplinario independiente
de fobias y filias internas para que hagan
–por primera vez- una narrativa potente
que motive a corregir su código genético
partidista, la psique colectivo, de cara
al electorado contemporáneo. Este es
el momento ideal para aplicar el círculo
de oro de la comunicación política –
política + gobernanza + difusión-, como
bien dijera otra de mis maestras, Gisela
Rubach, la más experta estratega de
latinoamérica. ¿Y tú, qué opinas?