El problema de la droga en los EE. UU. es grave, involucra el sistema social de consumo libre, refiere a la droga como un mecanismo de control social y tiene que ver con el control de los recursos financieros derivados. Es decir, los EE. UU. no quieren terminar con el flagelo de la droga, sino usarla a favor de sus intereses nacionales y geopolíticos.
El fin del Plan Mérida de manera unilateral por México ya provocó que los EE. UU., con el presidente Trump al frente, comiencen a aumentar presiones sobre el gobierno de López Obrador para obligarlo a un Plan Mérida 2.0. En los hechos, el Plan Mérida no sirve para combatir droga, sino para subordinar la política antidrogas de México a los enfoques estadunidenses de inteligencia y seguridad nacional civiles y militares y vía ese Plan haya una penetración de sus agencias en México.
Informes de la oficina anti drogas del gobierno estadunidense señalan que cárteles mexicanos controlan el mercado al menudeo en más de tres mil ciudades estadunidenses. Es decir, que el gobierno tiene identificadas zonas de compra-venta, abasto de estupefacientes y operadores. Y a pesar de ello, la Casa Blanca dice que el problema es de México.
El último National Drug Threat Assesment –evaluación– de octubre de 2018 de la DEA, agencia de lucha contra el narco, aporta las cifras de consumo de drogas registradas hasta 2016 y confirman que el asunto es de demanda:
–38 millones 880 mil estadunidenses (12.3% de la población) consumen cocaína.
–8 millones 776 mil (2.6%) consumen crack.
–4 millones 981 mil (1.5%) son adictos a la heroína.
–118 millones 524 mil personas (36.6%) consumen marihuana.
–Y 14 millones 533 mil (4.5%) han pasado a las metanfetaminas.
El tema de la droga en los EE. UU. es un asunto de Estado y se maneja a conveniencia. En 1996 el periodista local del San José Mercury Web de California Gary Webb publicó una serie de reportajes para denunciar que en los ochenta la CIA había vendido toneladas de crack de cocaína a consumidores negros en Los Angeles para obtener fondos que se destinaron a la lucha de la contra revolución nicaragüense por instrucciones del Consejo de Seguridad de la Casa Blanca de Reagan. La historia la reprodujo con mayores datos en el libro Dark Alliance: the CIA, the Contras, and the crack cocaine Explosion. El reportaje no pudo ser desmentido, pero la CIA se dedicó a desprestigiar al autor; de todos modos, la denuncia fue real.
Del 2011 al 2016 (gobierno de Barack Obama) el consumo de drogas ha permanecido en cifras constantes relacionando consumidores y población en cada año. Sólo los consumidores de marihuana han aumentado 2 puntos porcentuales en ese periodo, de 107.8 millones a 118.5 millones, registrando el dato de que el aumento fue mayor de 2012 a 2017, años en los que hubo primero la permisividad del consumo y luego su legalización.
Las cifras de la DEA también registraron otro dato altamente significativo: el consumo de drogas entre jóvenes se registra en el último grado de secundaria-preparatoria y su paso a universidad: 2.7% de consumidores de cocaína, 37.7% de adictos a la marihuana y 10.9% de consumidores de narcóticos por receta.
Los efectos de muerte por droga –adicionales a los violentos en lucha por plazas de consumo– fueron 206 mil 944 en el 2006 en los rubros de sobredosis, suicidios, homicidios, armas de fuego y choques en automóviles. De ellos destacan 19 mil 362 muertes por violencia y 38 mil 658 por armas de fuego detonadas por consumidores y narcos. En 2016 hubo en México 20 mil 500 homicidios dolosos.
De alguna manera y pasando por los, dicen las autoridades estadunidenses, severos controles fronterizos, de manera consistente los cárteles mexicanos se convirtieron primero en vendedores de droga al mayoreo y luego se transformaron en vendedores al menudeo. La DEA tiene detectados a los carteles conocidos, pero ahora su preocupación se ha centrado en la expansión del Cártel Jalisco Nueva Generación en el tráfico de drogas hacia los EE. UU. y su control de mercados al menudeo en muchas ciudades. Además del CJNG, operan en los EE. UU. el Cártel de Sinaloa, el Cártel del Golfo, Los Zetas y la Organización de los Beltrán-Leyva.
Por lo tanto, el problema de la droga en los EE. UU. y su extraterritorialidad hacia el sur no se ataca por el lado del consumo, sino por la venta, aunque sin reconocer que el asentamiento de los cárteles mexicanos, colombianos, dominicanos y asiáticos sólo pudo haber sido posible con la colaboración corrupta de funcionarios de todas las áreas de seguridad del gobierno estadunidense.
Es decir, que el narcotráfico como problema integral es local de los EE. UU., porque los cárteles y la droga por sí solos nunca hubieran podido entretejerse en la sociedad estadunidense. Y no se trata sólo de los delitos asociados con la droga, sino al hecho de que el consumo de drogas es el detonante del tráfico y ese consumo se despenaliza en los hechos al asumirse como un asunto de derechos individuales.
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