Me cae que yo conozco la colonia Treviño Zapata como la palma de la mano o como la pata de elefante donde no entran clavos. Mira mira, no me digas. Si en aquel tiempo me hubieran preguntado de quien era un marrano peludo que pasó por tal calle, yo le hubiera atinado. Nada más había dos marranos amenazados de muerte cada diciembre. Amarrados abajo de un mezquite.
Uno recuerda las celebraciones de aniversarios de la colonia, que parecía que cumplía años la ciudad completa, invitaban al gobernador y a todo el que se dejara a la fiesta..En los patios todavía había maguacatas y se rezaban rosarios para que el muchacho regresara del otro lado. Más al norte, en las colindancias, ahí por donde hoy está la Universidad Las salle, había muchos conejos y estaba bien lejos.
Te casabas y te ibas a buscar un terreno a la Treviño. Que no era sino un terreno a las afueras, al norte de la ciudad, extrañamente un poco retirada. Solo una calle conducía a esa colonia, por ella se entraba y se salía como en una emboscada. Eso lo aprendieron los chavos peleoneros. La colonia era una hilera larga manzanas por la calle 16. Y todavía no empezaba el auge por los terrenos que están al norte.
Hubo una tortillería por la de Zacatecas pero la cerraron porque fue mejor negocio vender el terreno. Íbamos desde las viviendas populares o desde la Gómez, porque en las demás tortillerías había largas colas. Te hacías viejo en ellas, amabas y dejabas de amar tirando piedrecillas, sin verlas.
En las colas de tortillas siempre había chavas, así que era difícil que no quisieras ir. Te echabas un volado con tu carnala que por su parte tenía sus motivos, pero eso fue antes de que hicieron la secundaria número 2 y la banda de señores grandes y chavos de otras partes invadieran la colonia. Desde entonces, aquello no fue lo mismo.
Con el tiempo y el paso del Libramiento Adolfo López Mateos, pusieron un monumento. Los chiquillos salían ahí a elevar su papalote y a jugar beisbol los domingos. Después se instaló una tienda grande y construyeron las oficinas del SUTSPET.
Pero antes, durante el siglo pasado había monte al fondo de la calle Yucatán y un establo con una gran pileta donde clandestinamente la raza se iba a bañar.
Antes, en lo que hoy es una estancia infantil, había un campo. Desde ahí, dicen que vieron al diablo bailando alrededor del mono.
Igual, el que vio al diablo bailando en el mono hizo que todos lo vieran sin verlo, había ganas de algo en este pueblo de los setentas. Cuando los chavos que estudiaban en la recién inaugurada secundaria federal para trabajadores, en la tarde, corrieron la voz, la nota llegó más pronto a los tres diarios.
Chiquillos que no vimos al diablo terminábamos viéndolo de tanto escuchar. Llegábamos a saber más que los que habían visto, que cada vez eran muchos. En el centro del libramiento, las autoridades habían instalado una pequeñísima glorieta con pasto para que bailara el diablo.
La gente luego de la nota que estremeció a la sociedad de las especulaciones, entre burlas, si pasabas por ahí, te preguntaban que si habías visto al diablo y les decías que sí.
En cuanto a la disputa por el balón eran puras patadas en el campo de la Treviño. El campo de futbol era un terreno secó y de lodo grueso. Parecía una plancha de piedra, pero aparte había piedras donde se entrenaban los mejores porteros. Los del llano. Y más los de aquellos años con los campos infames, se requería mucho amor a la patria o casi pedir que diosito ya se los llevara.
Así que su nombre Norberto Treviño Zapata, quedó bien etiquetado en aquella colonia extrañamente alejada de la plancha urbana. Tal vez algunos terrenos aledaños tenían sendos propietarios que luego vendieron a fraccionadores modernos. De sur a norte la colonia empezaba por la calle Oaxaca.
Hay una legión de sobrevivientes, pero algunas bajas en campaña. Pasas y parece que no hace mucho te anduvieron buscando. Pero eso fue hace años.
La señora que sale al sillón por las tardes en la calle 16, como que nos quiere decir algo, volteamos y nadie nos habla, solo nosotros hablamos, como escribiendo este bello momento, con la pata de perro, caminando por la Treviño Zapata.
HASTA PRONTO