Me pongo en sus zapatillas, pero no comulgo con las manifestaciones escandalosas que buscan frenar la impunidad, las injusticias y la falta de un estado de derecho que provea una vida libre de violencias a las mujeres de este país. Miles salieron a las calles en un día de furia, muchas más se sumaron desde la comodidad que da un celular y las redes sociales. Todas gritando desesperadamente por cambiar las reglas que normalizan las agresiones contra las féminas, el feminicidio, el acoso sexual, el laboral, las violencias, en todas sus expresiones en casa, trabajo y espacios públicos.
Los medios nacionales reportan que en la marcha de mujeres se metieron provocadores de oficio político, sí fue así, lograron su objetivo, desestabilizar la protesta social y convertir la expresión en circo político, al final estamos hablando de mujeres mal portadas, agresoras, violentas, que de víctimas pasaron a victimarias, que lo mismo le faltan el respeto a un anciano, un perro o un funcionario, que pintaron monumentos e hicieron destrozos a bienes públicos. Pero, ¿Qué era lo que demandaban las mujeres?
Justicia, por una y por miles. Que la autoridad escuche. Que la impunidad termine. Que la educación sirva. Que la equidad se aplique. Que la igualdad sea haga. Que los derechos humanos se respeten.
Sin embargo, una diamantada no basta para hacer reaccionar al gobierno, una marcha de mujeres encapuchadas y agresivas no será suficiente, pues al tiempo que ellas tenían los reflectores encima por sus gritos, las noticias reportaban más víctimas, feminicidios en Puebla y el Estado de México, a la vez en algunos hogares con énfasis machista alguna sufría violencia intrafamiliar; muchas más siguen aguantando el acoso y la falta de respeto en sus entornos; la mayoría haciendo tareas domésticas sin ser remunerada o trabajando profesionalmente con salarios desiguales y derechos oprimidos.
La mujer mexicana se sabe sola, es miedosa de día y de noche, es sumisa y aguantadora, tal vez por eso escandalizan cuando se deciden a hablar fuerte. Pero todo debe cambiar desde el primer núcleo social que es la familia, la vecindad, el entorno primario, desde la sociedad en conjunto con sus gobiernos, las leyes ahí están, debemos hacer que se apliquen. Antes de juzgar, debemos interiorizar, ¿Qué estamos haciendo por una vida en paz para las mujeres? Si empezáramos por las nuestras tal vez esto cambiaría, las más cercanas, las madres, hermanas, hijas o compañeras.
En datos del Sistema Nacional de Protección Integral a Niñas, Niños y Adolescentes se reporta que en 6 años aumentaron 310 por ciento las denuncias por abuso sexual a niñas de 0 a 5 años; cada año se reportan más de 11 mil niñas embarazadas de 10 a 14 años, por abuso y violencia sexual; el 75 por ciento de las mujeres sufre violencia en el noviazgo; se registran en México 270 feminicidios cada mes; miles de mujeres más sufren violaciones, desapariciones, acoso escolar, laboral, callejero, miedo permanente.
“La legitima indignación para poner fin a la violencia de género, debe ser de México entero, de todos quienes permitimos esto. Autoridades, iglesias, medios y academia.” Apuntó en un tuit Ricardo Bucio Mujíca Secretario ejecutivo del SIPINNA.
En Boca Cerrada
Más allá de la paridad política, el próximo Congreso de Tamaulipas se conformará por vez primera por mayoría de mujeres en el pleno, tras la confirmación de las diputaciones el IETAM anunció a 19 diputadas frente a 17 diputados, en la legislatura que inicia en Septiembre.