Ya hemos llegado hasta aquí, no nos soltemos, es ahora o nunca, con la cabeza fría y la mente fresca reclamemos por nuestros derechos humanos, no más ni menos, solo iguales, humanos. No perdamos de foco las cifras que se han vaciado en los medios a raíz de la protesta de feministas ante el Ángel, que toda la tinta derramada de esta semana no sea en vano, reconozcamos que la violencia de género sigue siendo un cáncer en la medula de nuestra sociedad.
Muy estimada Mujer vulnerable:
No estás sola, aunque no debe ser consuelo de nadie, la generalidad de las mujeres sufrimos violencia de género en cualquiera de sus acepciones, algunas no lo saben o lo intentan encubrir por costumbre, comodidad o hartazgo; pero todas en algún momento de la vida hemos sentido el desprecio del otro, el hombre necio que nos ve como enemigas, el castigo por ser de la misma especie pero diferentes o por no apegarnos a sus convencionalismos sociales.
No desfallezcas en el intento de replantear una nueva vida para todas, libre de violencia, de prejuicios, acoso, injusticia e impunidad. No será un camino fácil, nunca lo ha sido, nuestras antecesoras fueron quemadas vivas en la hoguera, otras más crucificadas o marcadas, pero no desistieron. Allanaron un poco la ruta, pero nos legaron tarea.
Si pedimos que cambien ellos, es preciso reconocer nuestras fallas y cambiar también nosotras, la lucha de esta era es humanística y requiere de la participación de todos, sin más guerra de sexos, quizás con perdón pero no olvido.
Las fallas sociales que nos han colocado en este tenso momento han sido responsabilidad de la colectividad entera, la iglesia, la familia, las instituciones, la educación y el matriarcado que encabezamos; hemos sido omisos y sumisas por tantos años, cuando en otras naciones las leyes colocaban a mujeres y niños en la primera línea de defensa, aquí hacíamos oídos sordos a lo que nos pasaba, era mejor tapar nuestras cifras rojas de “muertas de Juárez” “violola matola y enterrola” “niñas ultrajadas” o “desaparecidas”, que enfrentar al sistema opresor, para todos, pero más para las mujeres.
Desde hace más de tres décadas, colectivos feministas empezaron a reclamar al estado por políticas públicas con visión de género, entonces se empezó a legislar por los derechos de las mujeres, pero con pies de plomo y pasos de tortuga, con gobiernos misóginos que solo simulaban atender nuestras demandas de una vida libre de violencia, hoy el enojo femenino comienza a despertar conciencias, en las instituciones y en la sociedad, no perdamos el rumbo, no quitemos el dedo del renglón. Nos están viendo.
Atentamente te pido mujer, que seamos sororas y que sin rudeza hagamos prácticas de introspección para frenar las conductas antisociales de los hombres que tanto nos duelen, que tanto nos marcan de por vida, no calles y además denuncia, corre, grita, empuja.
Hoy por ti, por mí, por todos los hombres y todas las mujeres que deseamos una convivencia en paz y decente.
En Boca Cerrada
En México, según cifras del Secretariado Nacional de Seguridad, cada dos horas y media muere una mujer, la suma de feminicidio de 2015 a la fecha se elevó a más de 3 mil 200; en 2018 se registraron cerca de 19 mil casos de abuso sexual y 12 mil 360 de violación; la ONU señala que en este país cada día son asesinadas 9 mujeres; la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública indica que las mujeres se sienten más inseguras que los hombres en el transporte público, la calle, la carretera, el parque, los mercados, en la escuela, en el trabajo y en la casa, la sensación de inseguridad de las mujeres paso del 74.7 al 82.1 por ciento; el INEGI reporta que 64 de cada 100 mujeres han sufrido violencia por parte de sus parejas; son cifras oficiales, de terror, que contrastan con las levantadas por ONG´S y la realidad que no nos cuentan.