Hace años que arreglaron el parque de Tamatán y todavía la gente- ya ve usted cómo somos los victorenses- dicen que estaba mejor antes. Eso que muchos victorenses no se acuerdan cómo estaba antes este parque. O tal vez por eso, porque se acuerdan y les da nostalgia.
A nosotros los adultos nos dicen parque y volvemos a ser niños. Nos transportamos de nuestra imaginación contaminada y cochambrosa a la época de la ingenua alegría. Con poco te reías. Tamatán era eso, uno de los pocos lugares donde la gente se divertía en familia. Antes no, con mucho, no había la vida diaria de hoy y menos la vida nocturna.
Para muchos ir a Tamatán era todo un acontecimiento. Los más chiquillos, desde un día antes, andaban piense y piense. Ya querían que fuera verdad. Los más viejos han de recordar la primera vez que fueron a Tamatán con sus padres. La ropa que llevaban, en qué fueron y qué comieron. En el césped se sentaban las familias a compartir la coca con las abejas y el lonche con las veloces hormigas. O se acomodaban en las bancas que en diversas etapas fueron puestas, quitadas y vueltas a poner.
Olía gacho, pero te acostumbrabas. Eran los leones. Aunque los leones pudieran estar seguros que no eran ellos, no se les daba mucho eso del baño. Además, en las pequeñas celdas hacían de todo dos o tres ejemplares. Aparte estaban los osos. Un poco más lejos y con más espacio. El problema más grave era el hacinamiento en que vivían los animales y la imposibilidad de atenderlos adecuadamente.
Había un inmenso lago que se pudo cruzar en lancha durante la infancia. Si eras niños se te hacía cruzar el océano pacífico y volver al puerto desde donde un señor te gritaba que se te había acabado el tiempo. Otros intentaron cruzar este lago a nado. Si eras niño te seguían los patos en caravana si les dabas comida.
Si eras niño pasaba el tren por un lado del lago, no te lo imaginabas, se escuchaba el rumbido de la locomotora y el silbato antes de pasar por un túnel pequeño. Es la primera vez que pasas por un túnel, ahora ya no recuerdas cuántas veces pasate por el. El tren era una locomotora de 1906.
El parque hoy en día tiene un lago, cruzando la calzada. Donde hay un campo amplio con césped y se pueden dispersar las familias. ahí hay un estacionamiento amplio y la estructura moderna de un buen momento arquitectónico. Antes en ese espacio se instalaba la feria.
El tiempo en que se remodeló este parque también marca el tiempo de una ciudad que comenzaba su despegue. El reloj que lo mueve todo movió este lago y los juegos.
Para los niños, ir a Tamatán era lo mejor que les podía pasar en un día; para los niños de hoy aún es así. Las modernas instalaciones están por encima de un juicio que se quisiera hacer. El espacio, el colorido, es un potencial que explota en la risa de los más chiquillos
Ir a Tamatán, para los adultos, siempre implicará llevar la inevitable nostalgia del otro Tamatán que duerme abajo de este.
HASTA PRONTO