21 diciembre, 2025

21 diciembre, 2025

El corredor y la oscura tentación de ir al baño

CRÓNICAS DE LA CALLE

Te has levantado de la cama y como si te hubieras levantado del suelo saltas y sales a trotar con el debido respeto de la soledad, por la calle larga. Todavía está oscuro. Te pasaste. Es todavía muy temprano, si no fuera porque a otros les pasa lo mismo. Al rato por todas partes salen hombrecillos y mujeres ataviadas a la moda con el traje deportivo ceñido y fosforescente, naranja, amarillo y guindo.

Salen a correr según lo programado con otras personas en el facebook. Se ponen de acuerdo por días hasta que se vuelve vicio. Correr no es un vicio hasta que no puedes evitarlo. Corres a la mínima ofensa, a la menor distracción de los que platican contigo. Se te tolera porque conocen tu condición de corredor consumado, pero también de casquivano, medio irregular y mundano.

Por años corres y por años lo platicas, conoces todos las veredas, todas las pistas de tartán, las banquetas angostas del centro y donde puedes ir apretando el paso. Conoces los tenis, las jerseys, los ungüentos y menjurjes, las maneras de correr e ir platicando, la oscura tentación de ir al baño.

Sabes de qué portón sale el perro negro. Y si no salió te preocupa. Sabes a qué hora sales del anonimato y ganas la carrera, pero te faltan las fuerzas y lo que quieres es llegar a la meta y llegas, te vio la misma señora. Te aplauden, te dan una medalla de plástico, la guardas por un rato. Vas y te echas unas gorditas.

Al conversar, no tardas mucho en sacar a colación la próxima carrera que será parecida a la que corriste en Guatemala, o peor que la de Nueva York. Las ampollas, los desgarres, los tirones y la muerte siempre helada en el sudor de la frente. Y corres por tu vida, porque vienes de correr o vas a correr. Mañana y tarde. Y platicas todas las historias de éxito, las malas que las platiquen otros.

Hace años uno de los muchos entrenadores cubanos que se han avecindado en esta ciudad comentaba que Ciudad Victoria lo había sorprendido por su gran cantidad de corredores. Corredores no profesionales, corredores que sólo buscan dar mantenimiento al cuerpo. Más que en la Habana. O en algunas ciudades de Europa. Aunque después de un periodo algunos corredores busquen los espacios profesionales para costear sus viajes.

Las pláticas de los corredores abordan experiencias propias y de otros. Con el tiempo las juntan, las confunden. Aun y cuando no hayan ganado ni una sola carrera en su vida. Conocen sin embargo el drama del entrenamiento y de la competencia, que es cuando se prueba el cuerpo. Muchos de ellos recuerdan haber comenzado caminando al rededor de una manzana y terminaron corriendo un maratón en la Ciudad de México. Ahora, como siempre ocurre – sintiéndose morir, ya para llegar a la meta- se preguntan quién los metió en todo esto.

En Victoria hay sensibles y notables ejemplos de esfuerzo. Será que buscamos sacar a la ciudad, correrla un poco, que pueda escapar de si misma de tanto loco corriendo. Les he visto correr sin voltear a ver los árboles, los he visto pasar  y volver cansados caminando. Los he visto caer, levantarse y ser premiados.

Por las mañanas, sobre todo los fines de semana, una buena parte de victorenses abordan las pistas de los principales centros deportivos y el estadio, desbordan las calles  corriendo por  parques, caminos vecinales y el centro de la ciudad.

Todavía recuerdas las ganas de ir al baño de cuando empiezas la carrera. Saliste hace rato de la casa. No puedes ir y venir. Estás a unas cuadras de la meta ya sabes cuántas, ignoras si ya llegaron todos o si faltan, ojalá no seas el último. Aunque tampoco es fácil ser el último en llegar, te arriesgas a que oscurezca, a que alguien olvidándose de ti apague las luces del evento.
HASTA PRONTO

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