Si andas muy tranquilo por las calles y te crees muy picudo, espérate a que te dé hambre y que las ganas de comer se te metan en el cuerpo como un «meme» virulento. Verás cómo avanza el tiempo junto con las ganas de echarte un taco.
Las ciudades de México son las ciudades del taco. Victoria es la ciudad de las gorditas y más recientemente de las flautas de harina.
Coma y luego espérese, le va a dar sueño.También puede ir a la vieja estación del tren a echarse unos tacos de canasta, de los que se venden con la nostalgia de cuando el tren de pasajeros pasaba. Los acomodan igual que cuando los aventaban por la ventana, con el silbato del tren y la inevitable carcajada. Esto último lo puse porque nadie está triste a la hora de la comida. Y casi que no eres de Victoria si al comer en la «Estación» no te cagó una urraca.
Las gorditas son de chicharrón, de picadillo y salsa verde, deshebrada y hay como 15 guisos increíbles en una sola fiesta, abajo de un carretón bajo un árbol. Con rastrojo o sin rastrojo, con salsa roja y verde, de la que pica y la que no. Todas le gustan al perro que solidario lo acompañará de bajo perfil durante el refrigerio. Cuando se da cuenta, el perro ya más que un compañero es su mejor amigo.
En una ciudad como esta eres cuate del dueño a la segunda fiada, y eres el compadre, el hijo de la entenada, el que vive solo y a nadie le habla. Eres el que come rápido y se va a la habana, y serás el mejor si eres el que paga. Si pagas la comida siempre tendrás de tu lado a toda la banda.
Si te da hambre y no traes lana espérate a que reviente. Saca los pedazos de la fiebre. Amarra una tripa, cuélgala de un alambre, cómete tus huesos, sus grasas y tu lumbre. Vende tus zapatos, tu arcilla, la semilla de donde naciste. Come o morirás, así de simple es.
Los he visto comer en las bardas del bulevar, en las paradas de los microbuses, en las banquetas del centro, en los pedazos del tiempo, en el silencio burocrático de un escritorio, en las sobremesas pudientes de fiambres.
Si traes lana hay comida gourmet donde pones el texto, la foto, la selfie, la risa espontánea, la soberbia de comer bien rico y luego olvidarlo. Aun cuando haya comidas que no se olvidan. Sobre todo aquellas que no has comido.
Hay tacos dorados de a tres por diez varos, también con perro a un lado, hay que ser felices cuando los tomas entre los dedos con o sin técnica de hojalatero. Los doblas y van para adentro. Apenas si tuviste chance de verlos.
En victoria se vende de todo, y hubo temporadas de pollo que ya mero nos salían alas. En todas las calles vendían pollo. Luego los jubilados, pensionados o retirados de algún trabajo, desempleados varios trajeron los quesos de Aldama, todos eran quesos de Aldama, aún cuando no especificaban si eran del municipio de Aldama o de la calle que así se llama: Aldama. Así como también todo el chorizo es de Jaumave. Así que como Jaumave no está lejos, lo mejor es ir a confirmar su existencia.
Coma, coma harto, lo suficiente para que el cuerpo aguante si su trabajo es físico. Si no, pues no le eche tanto porque se le junta en el cuerpo. Eso ya se sabe. Lo gacho es que uno no lo recuerde cuando trae hambre, ni porque la biblia diga que tomes únicamente el maná que te corresponde.
También puedes ir a las fondas del mercado, que conservan el estilo tradicional de las fondas en un mercado, con su señora dueña que mira desde alguna parte del negocio, el brillante espejo de los pisos, trapeados a cada rato, como si a mediodía no hubiera pasado nadie todavía, los manteles de hule con flores, el pequeño lavabo, el refresco mucho antes, la sonrisa de quien sabe lo que te vende, lo que su comida te hace.
Y si lo único que traes es hambre y no dinero, no batalles. Olvídala. Come prana, aire, respira el aire de esta ciudad que todavía se puede respirar sin tanque.
HASTA PRONTO