Sobre una plataforma de concreto- de no más de 50 centímetros de espesor- se alza la base que sostiene la estatua del general.
Sobre la figura geométrica que llaman “Tronco de pirámide”, de unos 4 metros de altura, de placas de granito, cuyos remates se adornan con picas y escudos de época, se levanta la estatua de bronce donde algunos pichones han hecho su sitio de reposo y se espulgan por las tardes.
Es el monumento al General Pedro J. Méndez, ubicado en el centro de la ciudad entre las calles Francisco y Madero y Alberto Carrera Torres. Es una escultura justa, buen proporcionada y puntal según la perspectiva desde donde la quiera ver. Está bien hecha. Es una obra de arte.
En su deterioro pareciera que el monumento hubiese emigrado al pasado o, al revés, que nosotros pasáramos justo a un costado de ese pasado y viésemos la cara del general preocupada con sus gestos manchados por el acné.
La escultura es firme y de trazos preciosos. Sus bordes y contornos suaves, estéticamente hablando son de una delicada proporción. Nada grotesco. El rostro del General se ve adusto, sobrio, como decidido a cumplir una encomienda militar y a ordenar.
Si el general alza la mano y apunta con el dedo todos volteamos a mirar. A una casa apunta, a un sitio de aquella guerra horizontal que fue la guerra de intervención francesa.
A un costado, la estructura de granito luce la herida de cuando el gobierno sacó de aquí los restos mortales del general, hoy depositados en la Rotonda de los Tamaulipecos Ilustres desde 1993.
En cierta ocasión el cañón que defiende o debería defender esa pequeña fortaleza fue arroyado por un vehículo y, sin necesidad de una guerra en esta paz, quedó en medio de la calle sobre el concreto, arrumbado afuera de su pedestal, como dialogando con los vehículos raudos que pasaban muy cerca.
El cañón está descascarado debido a las múltiples aplicaciones de pastas para mantenerlo en forma. Nadie creería que puede arrojar una bala, aunque sea de fantasía.
No hace mucho hubo voces que pidieron la re ubicación de este emblemático monumento.
En Tamaulipas hay calles, colonias, municipios y escuelas que llevan el nombre de este laureado General. Se le ha compuesto un himno que en las escuelas primarias los niños se saben. El General Pedro J. Méndez es referencia histórica de la intervención francesa.
Cuenta la historia que durante la intervención francesa, el 23 de noviembre de 1862, entró el Ejército de Ocupación al puerto de Tampico. Por eso el monumento, no es que nos esté corriendo de la ciudad, sino que apunta hacia el puerto.
El General Pedro J. Méndez, junto al General Macedonio Capistrán de la Garza, obligó al ejército francés a evacuar el puerto el 18 de enero de 1863, batalla con la cual ascendió al grado de Teniente del Ejército Nacional.
El 24 de febrero de 1864, Méndez contrajo matrimonio con María de Jesús Moncayo en Ciudad Victoria y después se trasladó a su hacienda. El primero de marzo se percibió una comunicación secreta del General García al en aquél entonces Gobernador de Nuevo León, Don Santiago Vidaurri en la que ambos estaban de acuerdo en rendirse a las tropas francesas. Para evitar que esto sucediera, Méndez regresó a Ciudad Victoria, hizo huir al General García e impuso al Coronel Julián Cerda como gobernador interino. El presidente Juárez, al enterarse de la acción heroica de Méndez, le dio la jefatura de las tropas liberales de Cd. Victoria y Linares. Pero después, Méndez se unió al “Cuerpo de Fieles”, escondió a su señora madre y a su esposa, poniéndolas en un lugar seguro y de nuevo se lanzó a la batalla.
Eran tiempos de encausamientos y de traiciones. Los generales dormían con el enemigo y con el estómago vacío y muy de mañana por medio de un decreto se contentaban
El 4 de junio de 1856 tomó Cd.Tula tras 4 horas de combate y el 15 de julio desalojó Santa Bárbara. Por estos triunfos el presidente Benito Juárez le otorgó el grado de General.
Murió en Tantoyuquita, en lo que se conoce como “zona temporalera” del municipio de El Mante, Tamaulipas, donde honran su memoria y una escuela secundaria lleva su nombre. Luego de haber arrebatado al enemigo un costoso convoy el General Méndez recibió un balazo en el pecho.
Nos imaginamos este monumento dedicado al general Pedro J Méndez restaurado con su barandal de cadenas, el cañón en su sitio como listo para ser disparado con balas de a de veras y aunque fueran de utilería.
El brazo extendido del héroe de vez en cuando asusta a una despistada paloma y a las versiones de que lo cambian o lo dejan donde ha estado.
Alguien pasó el otro día y le puso ropa íntima, han jugado con su noble pasado. Tal vez sea a ellos y a los pichones a quienes el general dedique su señal con tanta insistencia, con la espada desenvainada, para que no le den un rozón a la historia.
HASTA PRONTO