El señor Segura nos cortaba el pelo. Años después supe su nombre completo, pero lo he olvidado de nuevo. Seguramente ese era su apellido y así le decía todo el mundo.
Si te asomas verás que no hay muchos cambios de aquellos años setentas y ochentas ahí por el 20 Carrera donde estaba la peluquería. Tal vez siga el framboyán ahora más grande afuera, el olor de las plantas sencillas y dulces de los jardines del estadio, gladiolas del patio con sus caracolillos, el rocío seco dibujado en los pétalos, nomeolvides que crecen con el sereno pegada a una malla ciclónica .
Y nosotros sus clientes atrás de ese tiempo y ya no hay corte de pelo, pasamos y pasamos por esa banqueta rumbo al estadio o al Cbetis 24 y pocos recuerdan esta peluquería.
Adentro, tampoco está el sillón enorme de peluquero del que no habíamos visto ningún otro. Parecía la silla eléctrica donde un día nos ejecutaron y ahora somos una especie de zombis sobrevivientes del peluquero. Tampoco se escucha la música de época, ni la carcajada de oro en los dientes, ni el viento alcoholizado para curar las heridas de las quijadas. Ni el espejo está, ni lo que estaba en el espejo.
No sé a ustedes pero de niño a mi me cortaba el pelo Don Segura. Supe que falleció. Tenía su peluquería en el 20 y 21 Carrera Torres, más al 20 que al 21 en la acera del sur, donde da la sombra por la mañana. Si te acuerdas, había dos arboles medianos afuera.
Muchos como yo, después de cortarnos el pelo con el señor segura ya no lo volvimos acortar, como si fuese una manda. La disciplina además se relajó en las escuelas y ha ido más allá del relajo.
Los cuartos donde estuvo la peluquería ahí están como si nada. Las escaleras que suben al salón donde se dejaba el cabello siguen altos. A un costado a veces hay vecinos que salen a regar la banqueta.
Ya estando ahí le decías a Segura lo que siempre le decías, que te cortara el pelo estilo natural. Y eso según yo era como decirle haga lo que usted quiera con mi pelo señor Segura, porque dejaba un chopo de pelo encima de la frente. El chopo en la frente se repetía según para que al crecer se peinara como copete, que estaba de moda. Todo el paquete por un peso.
Mientras te sentabas tenías tiempo de arrepentirte pero resistías estoicamente a ver cómo caía el pelo de los que te precedían. Veías el oficio del peluquero Segura que silbaba al ritmo de la tijera. Eran pasos dobles, canciones de antes, nereidas inventadas en esos instantes.
¿Quien sigue? Y tú seguías porque no había otro, eras el último. Y te sentabas. Sabías que si cerrabas los ojos al abrirlos ya estarías pelón o ya había pasado lo peor. Pero te despertabas cuando sentías la filosa navaja pasar por la nuca y blandirse, es decir apretar el filo, doblar la hoja para cortar el césped.
Una vez capturado por los aromas y el sopor del alcanfor, el extraño olor del cabello mojado, surgían naftalina que te hacía que te quedaras dormido quisieras o no quisieras. Pudiera ser que esto que les comento sea un sueño. Pero no creo, te despertaba el aliento del peluquero.
Segura además tenía por costumbre no preguntarte nada pero a cambio de eso platicaba con otros clientes. Ya en esa edad, como ahora, uno no entiende nada. Pero Segura era el amo como todos los que son dueños de un establecimiento.
Al ritmo de sus compases te cortaba el cabello. Durante una bajada de agudo o un grave descompuesto, el tijeretazo pasaba cerca de la oreja y doblaba hacia arriba buscando el techo del casco. Remataba con arte un leve corte de dos o tres pelos sueltos y al final terminaba su obra a mano alzada midiendo con un ojo lo parejo del suelo.
Sacabas un peso y se lo dabas. Muy serio te quedabas sin nada en el bolsillo. Don Segura, que yo sepa, no siempre cobró un peso por el corte de pelo, cuando empezó cobraba 20centavos y sería después que cobró dos pesos pero no creo, debió ser muy drástico un incremento así para aquel tiempo.
Ya pelón llegabas a la escuela a ver que pasaba. Uno cree que todos lo miran y nadie lo hace. En la escuela cuando formaban la hilera en los honores, por el puro estilo ya sabías donde se cortaban el cabello los compañeros. Los lunes en la primaria andaban todos pelones, media Victoria con un chopo en la frente. Ya me acordé de su nombre, era Don Rafael Segura.
HASTA PRONTO.