Ciudad Victoria no es solo la capital tamaulipeca: es un aglomerado de personas que viven, sienten, trabajan y sueñan con un futuro mejor.
Trajeados, uniformados, con sombrero o con el delantal puesto, a pie, en auto, micro, bici moto y hasta a caballo quienes viven o han decidido quedarse a residir en ‘la flor consentida de Tamaulipas’ llenan las calles y aceras.
Pero Victoria no solo tiene nativos, un gran porcentaje de sus habitantes son oriundos de la región y de todo el país y hasta extranjeros).
Muchos desempacaron por cuestiones de trabajo, algunos mas para estudiar y otros por circunstancias que se conjugaron y como consecuencia los hace parte de la estampa urbana.
Un personaje se destaca en las calles del primer cuadro de la ciudad.
Su presencia se hace notar desde muchos metros antes de siquiera ver su rostro porque una peculiar melodía avisa que el se encuentra cerca. El sonido se acrecienta cada ves mas y mas hasta que su imagen saluda al transeúnte. Es el flautista de la calle Hidalgo. Sus ojos cansados y con carnosidades se clavan en los orificios de su instrumento de madera. Sus manos con un avanzado vitíligo se mueven al compas de la aguda música que emana de su aliento.
De gorra, playera y tenis, el bigotón músico se hace acompañar de alguna pequeña figura tallada en madera que como fiel testigo de su acto musical callejero.
La gente a veces se pregunta ¿De dónde ha salido este flautista? Pues su llegada a la ciudad fue un mero accidente.
Don Humberto Herrera es originario de Pátzcuaro, Michoacán, lugar donde aprendió el admirable arte de labrar la madera. Él junto a otros paisanos es miembro fundador de la Unión de Comuneros Emiliano Zapata de Morelia Michoacán que es una organización de activistas, estudiantes y campesinos que desde los años sesenta se dedicaba a la defensa de la tenencia de la tierra, de los recursos naturales, la cultura indígena, la educación, y mantener una postura crítica contra la discriminación de los pueblos indios o la represión.
Tras la convención nacional de Chiapas autoridades norteamericanas se interesaron en su estructura productiva e invitó a un buen número de trabajadores y silvicultores a laborar en el vecino país.
Don Humberto y sus compañeros iniciaron el largo trayecto hacia el norte con visas de trabajo y muchas ganas de trabajar.
Llegaron a la frontera y pernoctaron ahí en el dia 10 de septiembre de 2001. Al dia siguiente reiniciarían su viaje, pero el destino quiso que un trágico evento interrumpiera su camino. Suelo estadounidense se vería sacudido con el derrumbe de las Torres Gemelas en Nueva York y las fronteras fueron selladas.
El grupo de comuneros se vieron varados en estas tierras durante meses. Algunos decidieron regresar a su tierra. Otros mantuvieron la esperanza y prefirieron quedarse. Uno de ellos es el hombre que día a dia alegra la calle Hidalgo con su sonora actuación.
Se hace acompañar con una pieza de madera que el mismo realizó, la cual siempre esta a la venta. Lo que saca de esto además de las monedas que premian su interpretación es lo que le permite sobrevivir y llevarse el pan a la boca. ‘Vendo de poquito a poquito, pero ahí saco pa’l diario’ cuenta Don Humberto quien por cierto confiesa al Caminante que se ha vuelto adicto a las flautas de salsa verde.
El frio cede un poco y Don Humberto enfila sus pasos a ‘la plaza del 5’ carga con su escultura de madera y continúa con su misión de musicalizar la tarde con su inseparable flauta. Demasiada pata de perro por esta semana.