¿A qué se debe comprometer Edgar Melhem Salinas una vez que asuma la presidencia estatal del PRI?
Para comenzar, la reconstrucción del viejo partido tricolor no será obra de un solo hombre: debe ser, ahora más que nunca, el resultado de la participación de los liderazgos y de los grupos que todavía se ponen la camiseta priista.
Si quiere alcanzar ese objetivo, una convocatoria que ponga a trabajar a lo que queda del priismo a nivel territorial, el dos veces diputado federal deberá sumar y multiplicar, nunca dividir ni restar.
Sin embargo, el juicio de la historia, como suele suceder en el quehacer político, recaerá sobre su nombre, tal como hoy ocurre con el penoso y lamentable periodo de Yahleel Abdala.
Ella, mujer de recio carácter, equivocó el rumbo: en vez de escuchar y abrir el abanico, se encerró en su caparazón.
De paso, sin que nadie la eligiera. Yahleel se apropió de la presidencia del Consejo Político Estatal. Por supuesto, también se quedó con una diputación local plurinominal y con la coordinación del pequeñísimo Grupo Parlamentario priista en el Congreso del Estado.
Cierto, se quedó con todo eso (poca cosa al final de cuentas), pero el juicio histórico la condenará como la peor presidenta del PRI de Tamaulipas.
Los números que dejó Yahleel son vergonzosos: en la elección 2019, el PRI se quedó a nada de convertirse en un partido de un solo dígito en el estado al registrar 10.03 por ciento de la votación.
Solamente sumó 87 mil 132 sufragios. El peor resultado del priismo en la historia tamaulipeca.
Edgar Melhem, catalogado como un político inteligente, deberá partir de ese diagnóstico, frío y objetivo. No puede transitar por el mismo camino del pasado reciente. Su nombre, su trabajo, su trayectoria está en juego.
Debe, de entrada, reactivar la labor de los comités municipales. Sin la operación de las dirigencias locales, el Revolucionario e Institucional no podrá reconstruirse en el estado. De poco o de nada sirve contar con un comité estatal, si el partido (sea cual sea) no tiene presencia en los municipios.
Además, Edgar Melhem deberá activar los sectores del partido. Es hora que la CNC recupere, con trabajo efectivo en el campo, ‘el voto verde’.
Es tiempo de tocar las puertas de la CTM y ver si alguien vive ahí todavía a fin de recobrar algo de la confianza de la clase obrera. También es momento de convocar a los liderazgos que surgieron de la CNOP en años recientes, pero que ahora se encuentran dispersos.
Lo mismo deberá hacer con los organismos del partido. La participación de mujeres y jóvenes es fundamental para que el PRI recupere terreno en el proceso electoral de 2021.
Como estructura, el Movimiento Territorial (MT) también debe ser retomado desde los municipios, desde las colonias populares, ahí donde se encuentran las demandas ciudadanas más sensibles.
Por supuesto, Edgar Melhem no podrá llevar al priismo hacia el primer lugar en los resultados electorales de 2021 en Tamaulipas. Eso no va a suceder. No existen las condiciones ni las circunstancias políticas -al momento- para que eso se presente. Tampoco se le pueden pedir cosas imposibles.
No obstante, sí está en sus manos hacer un trabajo que incremente la votación del tricolor en las urnas y, de esa forma, aumente el financiamiento público que recibe el partido y, sobre todo, recobre parte de la confianza ciudadana.
¿A qué se puede comprometer el virtual nuevo presidente estatal del PRI? Si Edgar Melhem logra incrementar la votación del partido de un 10 por ciento a un 18, 19 o 20 por ciento en la elección de 2021, ya se podría considerar un buen trabajo. Un 23.22 por ciento (lo alcanzado en 2018) sería un éxito.
Un porcentaje así llevaría al PRI a contar con 6 o hasta 7 diputados locales plurinominales, una cantidad que hoy luce altísima para el tricolor.
Además, si el PRI dobla el número de alcaldías, aunque sean pequeñas, de 6 a 12, también sería catalogado como un avance. Y más lo sería si ganara una presidencia de un municipio importante (Ciudad Victoria o Matamoros, por ejemplo).
Esos son los retos que deberá asumir Edgar Melhem una vez que se siente en la silla de la presidencia estatal del Revolucionario Institucional, un partido que se hizo pequeñito tres años después de perder la gubernatura del estado.
Acostumbrado en el pasado a ser una secretaría electoral del gobierno estatal, el PRI deberá aprender, ahora con Melhem, a ser un partido de oposición responsable que, paso a paso, reconstruya las bases de lo que fue alguna vez.