Edgar Melhem y sus patrocinadores andan eufóricos por su casi seguro desembarco en el Comité Directivo Estatal del PRI. Aunque llega a un partido en la ruina económica y la más profunda intrascendencia política, el rédito personal que pueda sacarle a esa posición no parece nada despreciable.
Porque quienes competían por la dirigencia, y estaban dispuestos a invertirle recursos a la batalla, no solo peleaban un membrete sino algunos otros beneficios, a los que históricamente los líderes les han sacado jugo económico.
En primer lugar, la selección de candidaturas. En poco más de un año, dará inicio el proceso electoral del 2021, cuando se desarrollará una mega elección en la que se votará por 43 alcaldes, 22 diputados locales y nueve diputaciones federales.
A juzgar por lo que ha ocurrido en el Revolucionario Institucional durante las últimas campañas políticas, el 2021 se antoja como un año muy redituable para quienes tendrán en sus manos la venta, perdón, la designación de candidatos.
Por otro lado, Melhem sabe bien que la dirigencia estatal le puede servir como un trampolín para regresar por la vía rápida al Congreso de la Unión, o por qué no, alcanzar la candidatura priísta para la gubernatura en el 2022.
Mientras llegan esos tiempos, se podrá entretener administrando la crisis que vive su partido.
Hablando de priístas, corre como pólvora la versión de que una bomba está por estallar en Victoria. Resulta que en los escritorios de la unidad de inteligencia financiera de la Fiscalía local, se cocina una investigación que involucra a un connotado notario público de la capital y a una buena cantidad de victorenses que fueron beneficiados con pagos millonarios en el sexenio anterior.
El problema es que de acuerdo al expediente, los contratos están llenos de irregularidades que pondrían a más de uno con los dos pies en prisión. Mientras son peras o son manzanas, aseguran que en muchas mansiones de esta ciudad, el insomnio se ha apoderado de sus habitantes.