8 diciembre, 2025

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1846: Invasión militar de EU en Tamaulipas

Ciudades cómo Matamoros y Tampico fueron escenario de batallas contra el ejército invasor gringo, que tomó el control en casi toda la geografía tamaulipeca, a excepción de Tula

CIUDAD VICTORIA, TAMAULIPAS.-Debido a la guerra, se vivían días muy difíciles en nuestra región, provocado por la incertidumbre en torno al futuro de la patria y de nuestra entidad; por si eso fuera poco, pronto se empezó a sentir la falta de víveres y la carestía consiguiente.
En municipios dedicados a la labranza, se perdió la última cosecha y los pocos arrieros que había, temían que, al entregarse al comercio, les fueran decomisadas sus mulas debido a las operaciones militares, por lo que se agravo más la crisis.
Debido a esa problemática, el 9 de mayo de 1846, don José A. Fernández, Prefecto del Distrito Sur de Tamaulipas, publicó en un diario tampiqueño lo acordado días antes con el gobernador; por lo que se expuso a la ciudadanía las medidas para facilitar el tráfico, “lo que aliviará las penurias, pues de lo contrario aumentaría cada vez más, porque todavía faltaba tiempo para recoger la nueva cosecha”.

Se alista el sur
para la guerra

El 20 de agosto, don Felipe de Lagos y Vergara, Prefecto del Distrito del Sur de Tamaulipas, publicó:
“[…] Todo tamaulipeco, desde los 18 hasta los 50 que no tenga impedimento físico, tiene la obligación de concurrir a la defensa e integridad del territorio invadido por las fuerzas del enemigo exterior.
Se exceptúan los eclesiásticos seculares y regulares, y los sirvientes domésticos, de las haciendas y los ranchos”.
Esta fuerza sería organizada y reglamentada a juicio del gobierno, y se llamaría “Milicia Nacional Local de Tamaulipas”. Su actividad principal sería dar seguridad de los pueblos y defensa al Departamento, y solo podría salir de los límites de su territorio cuando el gobierno, de acuerdo con la honorable asamblea, lo juzgare conveniente.
Inexplicablemente Santa Anna ordenó desocupar Tampico
Se dice que, al estar exiliado en Cuba, Antonio López de Santa Anna pactó con representantes del gobierno de Polk la entrega de los territorios que ambicionaban, ofreciendo que, en el caso de volver a México como jefe de Estado, estaría de acuerdo en ajustar las fronteras. Por ello, los gringos planeaban posesionarse de nuevos puntos en Tamaulipas, muy especialmente del puerto de Tampico, cuya barra sufrió inútil bombardeo en junio de 1846.
La cabecera del Distrito Sur contaba con una guarnición de 4000 hombres, incluyendo la Guardia Nacional, con 25 piezas de artillería y tres buques de guerra, además de embarcaciones pequeñas; todo a las órdenes del comandante general del Estado, D. Anastasio Parrodi.
Pese a que el gobierno parecía resuelto a conservar y defender Tampico a todo trance, el general Santa Anna, al frente de fuerzas militares, ordenó a finales de octubre su desocupación violenta.
El puerto fue evacuado el 27 de octubre, y ocupado el 15 de noviembre por marinos al mando del comodoro Conner; quien posteriormente la entregó al mayor general Robert Patterson, de las fuerzas de tierra dirigidas por Zacarías Taylor.
Al estar Tampico en poder de invasores, fue la puerta para la ocupación de Altamira.
El vía Crucis de los que abandonaron Tampico
Lo violento de la desocupación de Tampico, provocó que se perdiera gran parte de los elementos de guerra allí reunidos, pues sólo había 300 mulas de trasporte, cuando se necesitaban más de 800, pero por tanta confusión fue imposible reunirlas.
Al emprender la marcha, la infantería y caballería mexicana pasaron por Horcasitas y Santa Bárbara, y llegaron a Tula el 14 de noviembre de 1846, a las órdenes del general José Cosme de Urrea, quien, por determinación de Santa Anna, había relevado a Parrodi el 29 de octubre en Laguna de la Puerta. La conducción de la artillería y demás efectos, fue encargada al cirujano Francisco Marchante, quien cargó todo lo que se podía salvar en los buques “Unión”, “Poblana” y “Queretana”, deteniéndose en Pánuco por varios días, al no tener los medios para continuar.
Sabedor de ello, el subprefecto de Valles, don Manuel Bernardo Castellanos, informó al gobierno potosino, que en el Pujal había hombres suficientes, bueyes y mulas para el transporte de ese cargamento a la villa de Tula. Una vez en ese caudaloso río huasteco, el 1 de diciembre de 1846, se activó el desembarque de los “bongos”, “piraguas” y canoas para su conducción a Tula.
La salida de Valles fue entre los días 7 y 10 de diciembre, internándose a Tamaulipas por el rancho de San José del Sabino, para de ahí llegar a la villa de Morelos, donde pasaron hasta Chamal, al pie de la sierra y de ahí al altiplano.

La Guardia
Nacional
tamaulipeca

El 30 de noviembre de 1847, una partida de 90 hombres de caballo de la Guardia Nacional, al mando del comandante de escuadrón Rufino Rodríguez, se dirigió a Tancasnequi con el objetivo de perseguir el contrabando que se hacía desde ese punto a Tampico.
Al estar en la hacienda del Pretil, Rodríguez envió con uno de sus soldados una misiva para el alcalde de Horcasitas, para pedirle algunos auxilios. Desesperado por no recibir pronta contestación, muy de mañana salieron al encuentro de su correo, por lo que llegaron al rancho de Guayabas, distante tres leguas de la villa.
En la confianza que le habían dado parte de sin novedad, decidió dejar en Guayabas la mayor parte de su fuerza, con la orden que se le incorporaran por la tarde, después de haber pastado la caballada, mientras él partía escoltado solamente por doce hombres de la Compañía de La Gavia y una mula de carga.
Al entrar a Horcasitas, Rodríguez se percató que como a cincuenta pasos de distancia, estaba una partida de caballería gringa en formación, cuyo número era infinitamente superior al de ellos. Como el resto de sus dragones estaban lejos y desmontados, en el instante mandó preparar las armasa sus doce soldados, ordenándoles que se embarcaran para ocultar su retirada de la vista del enemigo, pero esto no fue posible, pues se echaron a correr en desorden por el camino real, persiguiéndolos el enemigo violentamente, resultando muerto sin defensa un soldado, un herido y otro prisionero.
En unión de su asistente, don Rufino trató de salvar la mula de carga; para cuyo efecto le dio el cabresto de su caballo. En ese empeño, y ya solos ambos, a Rodríguez se le voló el sombrero debido al terrible viento que hacía, y al apearse a tomarlo, le rompieron el fuego dos americanos, dándole tiempo apenas de agarrar su caballo, el cual había dejado sujeto con la pura rienda.
Convencido que no podía reconquistar el sombrero ni la mula, pues se hallaba rodeado de enemigos, se dio cuenta que no tenía otra que morir o entregarse prisionero, pero al estar meditando en esto, escuchó un toque que parecía de llamada de clarín americano, por lo que retrocedieron apresuradamente aquellos para su campamento, dejándolo libre.
Aunque no conocía el terreno que estaba pisando, logró a poco salir al rancho de la Raya.
El 2 de diciembre, el alcalde primero de Xicoténcatl, don Dionicio Marroquín, informaba al gobernador Vital Fernández, que como a eso de las diez y media de la noche, llegó a su presencia el soldado nacional Nabor Núñez, proveniente de Horcasitas, informándole que el día anterior, como a las cuatro de la tarde, al entrar a dicha población, les salieron a encontrar como cincuenta americanos, de los cerca de 200 que había en el lugar.
Winfield Scott y Robert E. Lee en Tampico
Al atardecer del 18 de febrero de 1847, llegaron a Tampico el general Winfield Scott y el futuro general y líder confederado Robert E. Lee. La mañana del 19 desembarcaron y miles de soldados yanquis y curiosos mexicanos abarrotaron las calles del puerto. El general Scott, aquel que meses después tomó Chapultepec, llegó en el vapor Massachusetts.
Lee recordaría años después, que “Tampico se erigía en la ladera de una loma que se eleva sobre la margen derecha del rio. […] Una amplia y bien pavimentada plaza del mercado se encuentra en entre el muelle y las casas, rojas y blancas, de los ciudadanos principales. […] Sus callejuelas y suburbios, contenían horribles hileras de lúgubres casuchas, que daban refugio a los profundamente hundidos en la pobreza”.
El 20 de febrero zarparon con destino a la isla de Lobos, punto de reunión de la flota que bombardearía Veracruz, y que distaba a 70 millas de Tampico.
La amistad entre estos dos norteamericanos era mucha, y al estallar la guerra civil de su país, el anciano Scott, entonces general en jefe de la Unión, sabía que no podía ir a la batalla él mismo, por lo que le ofreció el comando del ejército a Robert E. Lee. Sin embargo, cuando el Estado de Virginia abandonó la Unión en abril de 1861, Lee renunció y el comando de las fuerzas federales que defendían la capital de Washington D.C. pasó al brigadier general Irving McDowell. marvin-huerta@hotmail.com

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