Por más de 40 años mantuvo el silencio por el trauma de ser abusada por un familiar cercano, el abuelo; otra más nunca dijo en su infancia sobre los tocamientos que el amigo de su padre le hacía; una dice que era acosada por su mentor y otra que recuerda con una fotografía hasta el vestido rojo que traía puesto el día que recibió el primer acoso; una más valiente detalla que el hombre que la violaba le habla bonito, le hacía regalos, la protegía de otros depredadores y por eso guardaban secretos, todas estas son historias de la vida real que hoy son contadas a través de las redes sociales y desde la fuerza que da el movimiento global feminista.
Las redes, esa válvula de escape para tantos problemas existenciales se conviertan ahora en una poderosa herramienta que las mujeres están adoptando para salir del ostracismo, del miedo de guardarse un secreto por sentirse culpables. Anteponiendo la frase “la culpa no era mía, ni donde estaba, ni como vestía” comienzan a narrar los cuentos de horror que les han destrozado las ilusiones, las crudas realidades de violencia de género, que casi siempre comienzan en la pubertad de las niñas.
Desde el padrino borracho que en la quinceañera la presenta en sociedad, el profesor de secundaria o el amigo del hermano que visita frecuentemente la casa, hasta en su primer empleo, donde se convierte en el objeto del deseo de los más viejos, los jefes o los compañeros de oficio; la mujer va por la vida acumulando rabia y desdén, se siente culpable de llamar la atención, de oler bonito, de subirse a los tacones o usar la falda muy corta, el patriarcado está ahí invisibilizado y se adereza con el machismo que procura mantenerla así, condenada por todo lo que le pasa.
Cuando se es niña, de entrada pensamos nadie nos va a creer, no se desea incomodar a los parientes ni crear rupturas familiares, en la adolescencia es su palabra contra la mía, como adultas intentamos pasar la página, evadir la circunstancia o hasta encontrarle el lado divertido, para entonces si ya hemos aprendido el juego podemos colocarnos al tú por tú con el acosador, el violento, el machito. Pero no todas adquieren la conciencia para pelear de frente por el respeto a sus derechos humanos.
Por ellas, la lucha sigue, por muchas la urgencia persiste, por todas es necesario seguir gritando, bailando y llorando a rabiar para no soltar el tema, para ya nunca más bajar la guardia hasta hacer que esta sociedad cambie desde la médula. En este mes de noviembre la UNICEF alertó que es en la niñez y el entorno doméstico donde se registran los primeros abusos sexuales a la mujer, que el enemigo siempre está cerca, acecha desde la comodidad del hogar y debemos prevenir con atingencia.
Y los del América, como dice el clásico, que chiflen a todo su club de Tobi, que, haciendo mofa del empoderamiento femenino, ridiculizan el movimiento de baile y canto de “un violador en tu camino”, dándonos la razón del porqué la lucha sigue.