Seguramente usted no va a creer lo que vi el otro día. En una esquina estaba un león, sí, un león de esos que usted ha visto en el zoológico o en los miles de documentales del YouTube. Estaba ahí sin embargo en la esquina como puede ser cualquier esquina de Ciudad Victoria.
Puesto ahí a propósito, viendo para todos lados como si acabara de amanecer y necesitaramos abrir los ojos, despertarnos con un susto, o como para que creyeran ustedes lo que voy a platicarles.
Junto al león estaba otro personaje, un señor que antes estuvo en otro lado también igual y por alguna razón ahora está ahí en esa esquina.
En otra parte de la esquina estaba Batman con los brazos cruzados. Sin Robin, como si no fuera famoso, como si fuera cualquier sujeto disfrazado con su sombra de murciélago, estaba junto a los otros dos sin mirarlos.
Les dije que no me creerían, pero no importa escribo esto de corrido como me viene a la memoria.
Les advierto que tampoco estoy dormido y ni soñando es que les platico esto, no soy borgiano, no es mi costumbre, sueño muy poco y cuando sueño no me acuerdo. Por lo general cuando platico un sueño lo invento y es así como sale muy bonito y puede tener un final feliz. Y sin embargo este no es el caso. Tampoco es una fotografía que estoy describiendo, simplemente es lo que vi.
Era una mañana como ésta o con muchas mañanas juntas atrás de la montaña sobre los valles de Ciudad Victoria. Dan ganas de salir a la calle y mojarse con el sol y tendido en los escaparates del mediodía permanecer viendo cómo pasan los carros. Como si no tuviera nada que hacer.
A quién culpar si Batman en modo de héroe rescata al hombre aquel antes de que el León se lo coma desde una aplicación y se lo lleve volando y lo desaparezca en la noche.
El hombre aquel no había visto al León y ni a Batman y permanecía absorto como si todavía estuviese en la otra esquina. Tal vez aún estaba en la otra esquina y sólo los acontecimientos se le habían adelantado un poco. Tal vez este hombre que antes estuvo en otro lado ahora estaba en el lugar equivocado. Por lo cual todo apuntaba que iba a ser devorado. Como les dije, esto no pudo ser una visión óptica yo lo vi con estos ojos y me limpié las lagañas.
A como los vi ahí a los tres, pensé que faltaba un sofá lo suficientemente cómodo para que se sentaran y pudieran entablar un diálogo más o menos digamos “cómo está usted, cómo le ha ido señor León” y uno de ellos quisiera decir algo que realmente no existiera después de que se miraran a los ojos.
Quizás ahí entonces Batman, desde su posición incómoda de extraño, quisiera saber más de su peculiar dibujante o de quien escribe que lo puso allí sin otro asunto de su parte, sin más de momento, sin una rúbrica, siquiera sin una despedida y sin Robin. Y que un locutor de voz aguardentosa y gruesa, desde un programa de ciencia ficción le explicara todo.
Y tampoco yo, quien escribe, en este momento intenso del drama voy a recoger mi pluma para salir cobardemente por una puerta falsa.
Voy a aguantarme. Aquí viendo por la ventana a ver qué pasa. No creo que el león aguanté mucho tiempo ahí sin que le gruña la panza; tampoco pienso que el hombre que antes estuvo en otro lado no sienta nostalgia y es hora de que empiece a decir algo, está a un lado de un león y no tarda en darse cuenta de su trágica existencia.
Cae la noche que antes fue día y me estoy quedando dormido como si alguien hubiera apagado la luz de la esquina. Me habían dicho que no me durmiera.
De modo que soporto estoicamente aquí, en modo youtuber, en el pequeño manicomio de mi insomnio, aguanto hasta que todo lo que les dije suceda o que al amanecer desaparezca sin haber dormido siquiera, preguntándome qué caso tenía que Batman estuviera ahí con los brazos cruzados y el león también si no se iba a comer a nadie.
A lo mejor Batman se llevó el sueño con los episodios que faltan junto con el final desgarrador. Pero ya no me crea nada, no sé lo que digo, confundo los documentales con lo que le voy diciendo. Más vale que me quede dormido.
HASTA PRONTO.