Qué es lo que le pasa a este país que no camina. La respuesta está en quién gobierna México. Lo hace un líder acompañado de un equipo y respaldado por sus congresistas o una mayoría morenista en el Congreso o una sola voluntad que subordina a su equipo y a los legisladores de su movimiento.
En la hipótesis de que fuera la primera opción, estaríamos hablando de diseño de políticas públicas, de la construcción de estrategias de largo plazo que generen crecimiento nacional y beneficio, legítimo, pero riesgoso, de su base electoral.
En la última opción, describiríamos a un líder con decisiones espontáneas, a veces contradictorias, que le cambia el ritmo y rumbo a su equipo, y para quien la planeación es freno a su inspiración. Sus congresistas deben cuadrar la norma a sus interpretaciones.
Es decir, si la realidad no es como este líder la piensa, entonces hay que ajustarla mediante acciones, pero cambiando la forma de narrarla a los ciudadanos. Es decir, siempre está la puerta de la demagogia para escapar.
Este tipo de liderazgos son muy comunes en el planeta. Así que no se extrañe el lector cuando las encuestas no le cuadren si muestran que un político es muy popular, pero la calificación de su gestión es muy mala.
Ha habido en la historia políticos muy populares, pero malos gobernantes. Una cosa no lleva a la otra.
Revisado esto, encontramos entonces un diagnóstico más claro del porqué el país no ha tenido crecimiento y enfrentó en los tres trimestres pasados (2019) una recesión formal. Se avizora que el 2020 no será divertido.
Como diversos organismos que siguen el desarrollo económico del país, el Bank of America, por su parte, plantea tres elementos causales del crecimiento cero: la inseguridad interna, el deterioro del Estado de derecho y el debilitamiento de las instituciones, que suelen alejar las inversiones foráneas. Esto quiere decir que las últimas acciones tomadas por el gobierno y los legisladores de Morena, antes que enviar una señal de certeza, han producido el efecto contrario.
A menos que su intención sea encerrarnos en una isla, si la imagen que se quiere construir al exterior es que se trata de una izquierda —que, de entrada, no lo es— confiable como muchas en el mundo, no lo está logrando.
Los académicos argentinos vieron algo que nosotros no: que su propio presidente, Alberto Fernández; Nicolás Maduro, de Venezuela, y el expresidente, que no depuesto, Evo Morales, buscaban construir en torno a México el nuevo eje del populismo regional.
Sólo que se les han olvidado dos cosas: que la formación política de los mexicanos es totalmente distinta y que el actual gobierno decidió tener una cierta cercanía con Donald Trump, que canceló cualquier ruta en ese sentido.
Al actual gobierno se le olvidó una máxima de la política: que todos los que existen antes de una contienda electoral lo siguen haciendo después de ésta, y tiene que gobernarse con ella.
Se dedicó años a golpear al empresariado mexicano y buscó gobernar como si no existieran. Y, al paso de los meses, tuvo que darse cuenta de que, si no se invertía, no habría crecimiento. Luego se reforzó el discurso de que las inversiones foráneas estaban llegando en suficiencia, pero ese dinero no ha entrado, por decirlo coloquialmente.
Entonces, ya sin crecimiento, se planteó un presupuesto de egresos 2020 totalmente vulnerable. Explico de una manera sencilla: este gobierno entrega dinero directo a jóvenes, familias y productores, pero no es dinero que se invierta, porque se regala —es una política regresiva; entonces no mueve la economía, no crea empleos, etcétera.
De dónde vendrá más dinero si la economía no creció. Bueno, los legisladores de Morena recortaron otros programas sensibles y jalaron la cobija. Como no les va a alcanzar, cobrarán impuestos de manera simulada y provocarán que los estados aumenten los suyos o generen otros locales, desequilibrando el esquema de participación fiscal.
Los diputados abrieron la llave al gasto corriente y al desarrollo social —algunos programas regresivos—, pero no crecieron el relativo al desarrollo económico ni de inversión, lo que nos lleva a dudar que haya crecimiento.
El programa estrella de Jóvenes tiene un problema. Que no crea empleos formales, sino becas. Entonces, el empleo formal sólo creció 0.2%, sumando 43.5% al tercer trimestre de este 2019. Sin embargo, el empleo informal sí creció, pero ese no paga impuestos.
Podemos contar múltiples fotografías de los empresarios entrando a reuniones con el gobierno para anunciar acuerdos, pero las inversiones no se concretan. Los 147 proyectos de infraestructura anunciados no generarán el gran impacto que el país necesita.
Así las cosas y las razones, que son largas. Sólo anótese que las movilizaciones sociales que suben desde Chile tienen un malestar común: pobreza por no crecimiento, aumento de tarifas y desempleo.